13 de enero de 2013

Café con Gramsci

El lunes una compañera de Sol (@Almu_En_Lucha) ha declarado ante la Audiencia Nacional por “colgar tweets que incitan a la violencia”, y como ejemplo le han puesto unas citas a Gramsci que había reproducido en su perfil. Pues bueno, si el poder nos quiere analfabetos, nosotros leeremos sus libros prohibidos.

 

El viernes 11 de enero, el 15M de Mérida organizó en La Salita una lectura de textos de Gramsci. En la selección y lectura participaron Pedro Romero, Tomasi Pérez Flores y Manolo Cañada. 


"Odio a los indiferentes. Creo que “vivir significa tomar partido”. No pueden existir quienes sean solamente hombres, extraños a la ciudad. Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar partido. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador, es la materia inerte en la que a menudo se ahogan los entusiasmos más brillantes, es el pantano que rodea a la vieja ciudad y la defiende mejor que la muralla más sólida, mejor que las corazas de sus guerreros, que se traga a los asaltantes en su remolino de lodo, y los diezma y los amilana, y en ocasiones los hace desistir de cualquier empresa heroica. La indiferencia opera con fuerza en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad, aquello con lo que no se puede contar, lo que altera los programas, lo que trastorna los planes mejor elaborados, es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y la estrangula. ¡Si nos tocan a una, leemos a Gramsci!"

                                      El fantasma de Gramsci recorre la Audiencia Nacional. 

“Si la clase dominante ha perdido el consenso, entonces no es más “dirigente”, sino únicamente dominante, detentadora de la pura fuerza coercitiva, lo que significa que las clases dominantes se han separado de las ideologías tradicionales, no creen más en lo que creían antes. La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, y en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos” (Pasado y Presente, p. 56).

 "Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos, con hechos en bruto e inconexos que él tendrá luego que encasillarse en el cerebro como en las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión, a los estímulos varios del mundo externo. Esa forma de cultura es verdaderamente dañina, especialmente para el proletariado. Sólo sirve para producir desorientados, gente que se cree superior al resto de la humanidad porque ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgrana en cada ocasión para levantar una barrera entre sí mismo y los demás (...) La cultura es cosa muy distinta. Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes".


                                      
"El movimiento torinés fue acusado al mismo tiempo de ser ‘espontaneísta’ y ‘voluntarista’… La acusación contradictoria muestra, una vez analizada… [que la] dirección no era ‘abstracta’, no consistía en una repeti­ción mecánica de las fórmulas científicas o teóricas; no confundía la política, la acción real, con la disquisición teorética; se aplicaba a hombres reales, formados en determinadas relaciones históricas, con determinados sentimientos, modos de concebir, fragmentos de con­cepción del mundo, etc., que resultaban de las combina­ciones ‘espontáneas’ de un determinado ambiente de producción material, con la ‘casual’ aglomeración de elementos sociales dispares. Este elemento de ‘espontaneidad’ no se descuidó, ni menos se despreció: fue educado, orientado, depurado de todo elemento extraño que pudiera corromperlo, para hacerlo homogé­neo, pero de un modo vivo e históricamente eficaz, con la teoría moderna [el marxismo]. Los propios dirigentes hablaban de la ‘espontaneidad’ del movimiento, y era justo que hablaran así: esa afirmación era un estimulan­te, un energético, un elemento de unificación en profun­didad; era ante todo la negación de que se tratara de algo arbitrario, artificial, y no históricamente necesario. Daba a la masa una consciencia ‘teórica’ de creadora de valores históricos e institucionales, de fundadora de Estados. Esta unidad de la ‘espontaneidad’ y la ‘dirección consciente’, o sea, de la ‘disciplina’, es precisamente la acción política real de las clases subal­ternas".
                         
                              Basta ya de represión a la disidencia ¡Abajo el R€gimen!

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