Nacho Dueñas, historiador y cantautor
Dice el viejo Casaldáliga que “somos soldados derrotados de una causa invencible”. Derrotados, porque cada iniciativa verdaderamente revolucionaria ha sido reprimida a lo largo de la historia por las fuerzas del egoísmo y la ignorancia. Invencibles, porque la savia de estas luchas, benditas luchas, la llevamos circulando por las venas, siendo bombeada por nuestros corazones.
Por eso, porque somos derrotados, levantamos las pirámides de Egipto, nos crucificaron en Galilea, nos exterminaron en América Latina, nos explotaron en las fábricas de Londres y Manchester, nos expoliaron en El Congo, nos gasearon en Auschwitz, nos fusilaron en España y nos masacraron en Vietnam, Nicaragua, Irak o Afganistan.
Pero, porque somos invencibles, las cenizas jamás apagadas de aquellos ecos se han vuelto a despertar por un bendito huracán desbordado en Iberia, y que también ha soplado intensamente por el norte de África, Oriente Medio, Grecia, Islandia, Chile, Israel, Gran Bretaña, Estados Unidos… y así unas 1000 ciudades a lo largo de 50 países.
En nuestra geografía hemos asistido, felices, al más bello despertar de las últimas décadas, en el que decenas de miles de personas se han echado a la calle para exigir una democracia real, la que ahora no tenemos, aunque el sistema se empeñe en aparentar lo contrario.
Pero no basta con exigirlo. Se trata de dar un paso más. Se trata de construirlo. Nosotros mismos. ¿No residía en el pueblo eso que llaman soberanía? Pues es tiempo de ejercerla. Sin intermediarios ni representantes. Ahora. Con la conciencia de nuestra autoestima, que va despertando por momentos.
¿Cómo hacerlo? Derogando esta Constitución, tramposa y obsoleta, y construyendo y promulgando la nuestra, la de la gente organizada.
Para esto, nos reunimos en Cádiz los pasados días 16 y 17 de marzo en la I Asamblea Estatal Constituyente, con la intención de abrir un debate en la sociedad sobre la necesidad de impulsar una ruptura institucional, no violenta por supuesta, que posibilite el surgimiento de un Proceso Constituyente.
Por tanto, invitamos desde aquí a que en cada ciudad se levante una Asamblea Constituyente; que cada barrio, cada centro de trabajo, cada pueblo, cada aldea tenga su propio Comité desde donde se difunda esta iniciativa a toda la opinión pública, y desde donde, llegado el momento, se elabore el proyecto que venimos proponiendo, hasta redactar y aprobar una nueva Carta Magna, llenándola de contenido social y autogestionario, sin líderes carismáticos que nos vendan soluciones prefabricadas.
Así, en unos cuantos años, Iberia va a parir una democracia, tras la caída, deseamos que no violenta, del presente régimen cuya descomposición está acelerando su fin.
Y nacerá un nuevo orden donde la gente, en multitud de asambleas ejecutivas, participativas y presupuestarias; decida, fiscalice y se autogobierne; acabando así con una casta política cuya careta se le cae por momentos ante nuestra mirada atenta.
Y nacerá un nuevo orden donde la economía se construya de abajo a arriba, mediante el fomento extensivo del cooperativismo, la autogestión y la economía social y alternativa.
Y nacerá un nuevo orden donde no sólo los sectores sanitarios y educativos, sino también el financiero, sean públicos y gratuitos, transformándose, por tanto, en un servicio y no en un negocio.
Y nacerá un nuevo orden donde el Jefe de Estado no sea vitalicio ni hereditario; donde el Presidente del Gobierno sea elegido mediante elecciones directas, y donde el poder judicial sea independiente de un modo efectivo, y no meramente nominal.
Y nacerá un nuevo orden donde se lleve a cabo, de una vez por todas y para siempre, un plan exhaustivo, integral y masivo para la erradicación de la pobreza, que ya alcanza a casi el 25% de los ciudadanos de este país. Esto sería posible gracias a una tasa impositiva para las grandes fortunas y rentas, respetando a la propiedad privada, pero sometiéndola al bien común mediante la posible socialización de las empresas.
Y nacerá un nuevo orden donde las fuerzas de seguridad no torturen ni repriman; donde el ejército no invada ni mate, y donde las multinacionales no expolien ni extorsionen.
Y nacerá un nuevo orden porque queremos y necesitamos una sociedad humanizada y razonablemente feliz. Y estamos dispuestos a luchar por ella. Porque sabemos que es técnicamente factible y socialmente necesaria.
Y nacerá un nuevo orden porque retumban en nuestras venas los luchadores del pasado invitándonos a empeñarnos a la causa más bella del mundo. Resuenan en nuestro interior un esclavo de Egipto, un carpintero de Galilea, un indio de Latinoamérica, un niño tísico en un telar de Manchester, un gitano de Auschwitz, un negro famélico de El Congo, un campesino fusilado en España y una mujer violada en Vietnam, Nicaragua, Irak o Afganistán.
Y no les vamos a fallar, porque nuestros sueños ellos los soñaron antes, porque el desierto es fértil, porque cuanto más cerrada es la noche más bello es el amanecer, porque la hierba crece de noche.
Y, sobre todo, porque “somos soldados derrotados…de una causa invencible”.
Por eso, porque somos derrotados, levantamos las pirámides de Egipto, nos crucificaron en Galilea, nos exterminaron en América Latina, nos explotaron en las fábricas de Londres y Manchester, nos expoliaron en El Congo, nos gasearon en Auschwitz, nos fusilaron en España y nos masacraron en Vietnam, Nicaragua, Irak o Afganistan.
Pero, porque somos invencibles, las cenizas jamás apagadas de aquellos ecos se han vuelto a despertar por un bendito huracán desbordado en Iberia, y que también ha soplado intensamente por el norte de África, Oriente Medio, Grecia, Islandia, Chile, Israel, Gran Bretaña, Estados Unidos… y así unas 1000 ciudades a lo largo de 50 países.
En nuestra geografía hemos asistido, felices, al más bello despertar de las últimas décadas, en el que decenas de miles de personas se han echado a la calle para exigir una democracia real, la que ahora no tenemos, aunque el sistema se empeñe en aparentar lo contrario.
Pero no basta con exigirlo. Se trata de dar un paso más. Se trata de construirlo. Nosotros mismos. ¿No residía en el pueblo eso que llaman soberanía? Pues es tiempo de ejercerla. Sin intermediarios ni representantes. Ahora. Con la conciencia de nuestra autoestima, que va despertando por momentos.
¿Cómo hacerlo? Derogando esta Constitución, tramposa y obsoleta, y construyendo y promulgando la nuestra, la de la gente organizada.
Para esto, nos reunimos en Cádiz los pasados días 16 y 17 de marzo en la I Asamblea Estatal Constituyente, con la intención de abrir un debate en la sociedad sobre la necesidad de impulsar una ruptura institucional, no violenta por supuesta, que posibilite el surgimiento de un Proceso Constituyente.
Por tanto, invitamos desde aquí a que en cada ciudad se levante una Asamblea Constituyente; que cada barrio, cada centro de trabajo, cada pueblo, cada aldea tenga su propio Comité desde donde se difunda esta iniciativa a toda la opinión pública, y desde donde, llegado el momento, se elabore el proyecto que venimos proponiendo, hasta redactar y aprobar una nueva Carta Magna, llenándola de contenido social y autogestionario, sin líderes carismáticos que nos vendan soluciones prefabricadas.
Así, en unos cuantos años, Iberia va a parir una democracia, tras la caída, deseamos que no violenta, del presente régimen cuya descomposición está acelerando su fin.
Y nacerá un nuevo orden donde la gente, en multitud de asambleas ejecutivas, participativas y presupuestarias; decida, fiscalice y se autogobierne; acabando así con una casta política cuya careta se le cae por momentos ante nuestra mirada atenta.
Y nacerá un nuevo orden donde la economía se construya de abajo a arriba, mediante el fomento extensivo del cooperativismo, la autogestión y la economía social y alternativa.
Y nacerá un nuevo orden donde no sólo los sectores sanitarios y educativos, sino también el financiero, sean públicos y gratuitos, transformándose, por tanto, en un servicio y no en un negocio.
Y nacerá un nuevo orden donde el Jefe de Estado no sea vitalicio ni hereditario; donde el Presidente del Gobierno sea elegido mediante elecciones directas, y donde el poder judicial sea independiente de un modo efectivo, y no meramente nominal.
Y nacerá un nuevo orden donde se lleve a cabo, de una vez por todas y para siempre, un plan exhaustivo, integral y masivo para la erradicación de la pobreza, que ya alcanza a casi el 25% de los ciudadanos de este país. Esto sería posible gracias a una tasa impositiva para las grandes fortunas y rentas, respetando a la propiedad privada, pero sometiéndola al bien común mediante la posible socialización de las empresas.
Y nacerá un nuevo orden donde las fuerzas de seguridad no torturen ni repriman; donde el ejército no invada ni mate, y donde las multinacionales no expolien ni extorsionen.
Y nacerá un nuevo orden porque queremos y necesitamos una sociedad humanizada y razonablemente feliz. Y estamos dispuestos a luchar por ella. Porque sabemos que es técnicamente factible y socialmente necesaria.
Y nacerá un nuevo orden porque retumban en nuestras venas los luchadores del pasado invitándonos a empeñarnos a la causa más bella del mundo. Resuenan en nuestro interior un esclavo de Egipto, un carpintero de Galilea, un indio de Latinoamérica, un niño tísico en un telar de Manchester, un gitano de Auschwitz, un negro famélico de El Congo, un campesino fusilado en España y una mujer violada en Vietnam, Nicaragua, Irak o Afganistán.
Y no les vamos a fallar, porque nuestros sueños ellos los soñaron antes, porque el desierto es fértil, porque cuanto más cerrada es la noche más bello es el amanecer, porque la hierba crece de noche.
Y, sobre todo, porque “somos soldados derrotados…de una causa invencible”.
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