30 de enero de 2012

DANIEL CASADO- EN LA PRESENTACION DEL LIBRO "LA HUELGA MAS LARGA"

La huelga más larga
Asamblea de yeseros y escayolistas de Badajoz                  
Manolo Cañada,  Joaquín Vega


 


            Con “La huelga más larga” Manolo Cañada ha querido, en primer lugar, honrar la memoria de Joaquín Vega, fallecido en 2010, y con ella la de todos y cada uno de los que participaron en la revuelta; y lo hace recuperando el aliento incansable del compañero desaparecido, perpetuando su lucha para que el río del olvido no se lleve la memoria de aquel esfuerzo compartido, tras años, décadas ya, de precariedad y represión.

         Hoy Manolo nos entrega en forma de ensayo, esto es, a la luz reposada de la reflexión y con los argumentos bien templados, la crónica exhaustiva, reveladora y emocionante de uno de los procesos de lucha y desacato más extraordinarios vividos en Extremadura: la huelga de los yeseros y escayolistas que, entre 1988 y 1989, consiguió detener por unos meses el turbio cauce de la precariedad laboral en el sector de la construcción.

         Nos encontramos, como iremos viendo, ante el relato cronológico y detallado de un acontecimiento no por extraordinario o infrecuente menos natural; yo diría que plenamente vigente, tal y como estamos viendo y padeciendo tras el estallido de la burbuja inmobiliaria que parece haber volatilizado de golpe ese espejismo llamado “estado del bienestar”.  

 

            Con “La huelga más larga” Manolo Cañada ha querido, en primer lugar, honrar la memoria de Joaquín Vega, fallecido en 2010, y con ella la de todos y cada uno de los que participaron en la revuelta; y lo hace recuperando el aliento incansable del compañero desaparecido, perpetuando su lucha para que el río del olvido no se lleve la memoria de aquel esfuerzo compartido, tras años, décadas ya, de precariedad y represión.

         Hoy Manolo nos entrega en forma de ensayo, esto es, a la luz reposada de la reflexión y con los argumentos bien templados, la crónica exhaustiva, reveladora y emocionante de uno de los procesos de lucha y desacato más extraordinarios vividos en Extremadura: la huelga de los yeseros y escayolistas que, entre 1988 y 1989, consiguió detener por unos meses el turbio cauce de la precariedad laboral en el sector de la construcción.

         Nos encontramos, como iremos viendo, ante el relato cronológico y detallado de un acontecimiento no por extraordinario o infrecuente menos natural; yo diría que plenamente vigente, tal y como estamos viendo y padeciendo tras el estallido de la burbuja inmobiliaria que parece haber volatilizado de golpe ese espejismo llamado “estado del bienestar”.   

         Para extraer las razones del desacato y la movilización obrera, Manolo nos introduce de manera espléndida en la trastienda de la Historia. Para ello, nos hace mirar en torno a las calles, parques y avenidas de nuestras ciudades donde aún reposa, con sus nombres ilustres, la memoria de los vencedores. En cambio, resulta desoladora la invisibilidad de sus verdaderos protagonistas, “una muchedumbre de secundarios y, detrás o a través de ellos, la multitud anónima e hirviente de sucesos, destinos, movimientos y vicisitudes…” que dan lugar a esa Historia homologada en las enciclopedias, tan alejada por tanto de la verdadera intrahistoria de los hechos acontecidos.     

         Entre el espanto y la ternura, el lector que se asome a estas páginas irá desenliando la madeja que conduce de la precariedad a la indignación, del abuso a la toma de consciencia y la respuesta organizada por parte de un sector que quisiéramos reflejo de toda la clase obrera. Pero es indispensable recordar –y Manolo se encarga de ello- las condiciones tan adversas que soporta este sector específico de la construcción -el de los yeseros y los escayolistas- dentro de un marco profesional asentado sobre la base del trabajo a destajo,  la inseguridad laboral, la eventualidad, la subcontratación, irregularidades de toda índole y, por si todo esto fuera poco, regentado por piratas salariales, “mercenarios del metro cuadrado” –en palabras de Manolo- llamados, no por casualidad, pistoleros.

         “Detrás de la fortuna, el crimen”, la frase de Balzac tan repetida a lo largo de toda la narración, arrastrará al lector a los precedentes sociales que desencadenarán la huelga en el verano de 1988: un mapa humano y geográfico que se forja en los barrios obreros de Badajoz (Las Ochocientas, Suerte de Saavedra, Cerro de Reyes, San Roque…) con toda la crudeza de su realidad social de fondo: la droga, el paro, la miseria… los signos de la marginación.    

         Sobre este escenario, se asientan las bases que llevarán a la huelga a más de 300 yeseros de toda la provincia, con el 100% del sector paralizado en la capital pacense. Un pulso que durará 5 meses. Multitud de historias personales, familiares y profesionales que nos permiten realizar un seguimiento pormenorizado de aquellas jornadas de desobediencia y lucha, hombro con hombro, en la calle, en el andamio, en la grúa… Tal es la fuerza de los débiles, en acertada expresión de Pablo Guerrero.

         Por nuestra parte, recuperar la memoria de esa lucha no es ningún ejercicio de nostalgia sino el necesario abastecimiento de verdad intemporal, de experiencia transmitida, de coraje y de esperanza con que afrontar la época que hoy vivimos, desmontado ya el milagro socioeconómico, cuando la fiebre del ladrillo ha devenido en un coma inducido por los mismos que hasta hace unos años se han estado haciendo de oro, mientras la gran burbuja económica ha estallado en el incierto cielo de los derechos sociales.    
        
         Y es que, como bien señala el libro, “el pasado no sólo sigue siendo impredecible” –paradoja que podríamos pensar ya superada- sino que, antes al contrario, está constantemente ligado a nuestro presente, pues el pasado, escurridizo a la verdad de los hechos, se configura siempre de la mano de los vencedores.

         Así, volviendo una y otra vez la mirada hacia atrás como el Angelus novus de Paul Klee que tanto inspiró a Benjamin, Manolo ha elaborado un magnífico análisis que nos hace mirar atrás para tomar consciencia del camino recorrido por otros antes que nosotros y aprender a encarar nuestro presente. El horizonte actual no puede ser, ciertamente, más desolador: contemplamos estupefactos, al igual que el ángel de Klee, la fuerza irreversible del progreso y la desigualdad de derechos; el alto precio de la libertad y la sobreoferta consumista; las mentiras de nuestra época y el coste en vidas tangibles del llamado “estado del bienestar”. Pero todo tiempo encuentra su respuesta. Libros como el que hoy presentamos aportan la munición necesaria para que el lector inteligente extraiga sus propias conclusiones y elija su trinchera. Comprobará que tras la lectura de “La huelga más larga” uno se siente acompañado, empujado por el dolor y la rabia de los otros.   
        
         No en vano, para iluminar las luces y las sombras de aquella extraordinaria vivencia de la que él mismo fue testigo directo, Manolo ha convocado en estas páginas a una nutrida cuadrilla de filósofos, analistas, músicos, cineastas, poetas...  Así, bajo el magisterio de Walter Benjamin, maestro de largo recorrido, autoridad indispensable para entender mejor las argucias y amenazas de nuestra época, se deslizan por estas páginas citas y versos de autores como José Saramago, Rodolfo Walsh, Nieztsche, Rafael Alberti, Mario Benedetti, César Vallejo, Roque Dalton, Antonio Orihuela, Jorge Riechmann, Antonio Gamoneda, Antonio Gramsci, José Emilio Pacheco, Bertold Brecht, Simone Weil, Rafael Chirbes, César Reyes,  Bambino, Porrina de Badajoz, El Cabrero, José Menese… El libro está cuajado de citas y referencias cruzadas, de ángulos imprevistos que arrojan nueva luz con su reflexión, su indignación o su dolor a la asombrosa narración de los hechos que Manolo ha ido urdiendo con amorosa paciencia. 

         No podía ser de otro modo tratándose de alguien que a lo largo de su trayectoria en la política, frente al habitual lenguaje manoseado y huero del debate parlamentario, oponía con lucidez y templanza, en el núcleo mismo del discurso ideológico, citas y versos de poetas y pensadores como los antes citados, fieles testigos del escarnio y la incomprensión, pero también, y sobre todo, compañeros leales en la aventura que supone llegar a pensar por uno mismo.

         Por todo esto y mucho más: gracias, Manolo.

           

Cambiarse a la Sanidad Pública

Reproducimos el acuerdo de la Marea Verde (movimiento por la educación pública en Madrid). Ése es el camino: el de plantarle cara al corporativismo, al egoísmo, a la incoherencia entre lo que se exige y lo que se hace, el de reclamar los derechos desde la defensa de lo común. Gracias, compañeras y compañeros

Colectivo La Trastienda

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Hasta el día 31, la comisión de acciones de la asamblea regional de la Marea Verde nos va a recordar que podemos cambiarnos (si no lo hemos hecho ya) a la mejor sanidad:

QUEDAN 2 DÍAS PARA CAMBIARSE A LA SANIDAD PÚBLICA
Los funcionarios/as de MUFACE podemos elegir entre una prestación sanitaria a través de la sanidad pública de cada comunidad autónoma o una entidad privada. Si tienes una prestación de servicios a través de una empresa privada, puedes cambiarte a la sanidad pública antes de que termine el mes de enero.
La comisión de acciones de la asamblea regional de la marea verde ponemos en marcha esta campaña para promover ese cambio. Cada día, desde hoy 23 de enero hasta el día 31 recibirás un correo con razones para cambiarte a la pública. Envíalo a tus contactos, añade nuevas razones, haz difusión a través de tu Facebook o Twitter,  copia este mensaje en octavillas y carteles y, sobre todo, díselo a tus compañeros y compañeras.
1)      Porque si defendemos y creemos en la escuela pública, lo tenemos que demostrar con un compromiso con todos los servicios públicos.
2)      Porque creemos que la salud no puede ser un negocio, sino un derecho de todas las personas. La sanidad pública permite una organización racional y una prestación de servicios para todos y todas, y es la organización más solidaria.
3)  Porque la sanidad pública tiene profesionales formados y comprometidos, porque es la única que realiza un esfuerzo para la formación de nuevos trabajadores/as sanitarios, con la investigación y con la atención a pacientes de enfermedades graves o raras.
4)      Porque la salud no es una cuestión individual. El bienestar de cada persona depende de los niveles de salud general de la población y para ello necesitamos una medicina basada en la prevención y en la atención de todas las personas, que no excluya a nadie.
5)      Porque la sanidad pública atiende a todos los pacientes. No rechaza a los muy enfermos, ni a los ancianos, ni a los discapacitados. Cualquiera de nosotros/as puede mañana ser una persona con una enfermedad grave y ser rechazado por las aseguradoras privadas. Y entonces nos alegraremos de tener una sanidad pública que atiende a todos.
6)      Porque, a pesar de los recortes, la sanidad pública sigue teniendo los mejores recursos. La forma de “escapar” de las listas de espera y de los problemas provocados por los recortes y la privatización no es irse a entidades privadas, sino defender lo público estando en ese servicio.
7)      Porque la atención sanitaria no puede recibirse en función de los recursos que tiene el paciente, sino en función de sus necesidades. Sólo la sanidad pública se guía por este criterio.
8)      Porque la sanidad pública no es más cara y es la que resulta más económica para los trabajadores/as, ya que la sostenemos colectivamente a través de los impuestos pero somos atendidos de las pruebas, operaciones y tratamientos que podemos necesitar, incluidos los más caros, como  los transplantes… Y eso hace que nuestra vida sea mejor.
Si estás en una compañía privada, pásate a lo público.
Si ya estás en el servicio público… no borres este mensaje y dile a todo el mundo tus razones.
EN DEFENSA DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS
Enlace con toda la información:  http://www.muface.es/content/cambio-de-entidad

AÑADE NUEVAS RAZONES PARA PASARSE A LA PÚBLICA 


29 de enero de 2012

DEMO-DOCTADURA A LA VISTA ¿alguien lo duda?

 Las asociaciones "Térmicas No Extremadura" suscriben este comunicado ,que es un relato de los hechos .
En este momento, ambas organizaciones se encuentran estudiando las acciones judiciales que se llevaran a cabo en defensa de los derechos ciudadanos a la información.




Nota de prensa:
Intervención de la Guardia civil en el Pleno municipal de Valverde de Mérida en el que se decidía acuerdo para la instalación de central térmica.

ElJueves 26 de Enero  a las 20´30 h. el Ayuntamiento de Valverde de Mérida tenía convocado un pleno con el principal punto del orden del día de considerar el convenio para la calificación urbanística que posibilitaría la instalación de la central térmica que Mérida Power (Siemens) proyecta en este término municipal.

Recién comenzada la sesión la alcaldesa (PSOE) requirió a miembros de la asociación “Térmicas No” a que no grabaran en video la sesión. Estos contestaron que la publicidad de los plenos era un derecho ciudadano por lo que continuarían grabando.

Un concejal del grupo independiente defendió este derecho tomando el mismo una cámara. La alcaldesa procedió a llamar a las fuerzas del orden y dos horas más tarde la sesión se reanudo tras la salida del concejal y los miembros de la asociación a requerimiento de la guardia civil.

Una vez reanudada la sesión los concejales del grupo independiente procedieron a leer sus alegaciones contra el acuerdo del Ayuntamiento con la empresa. Lectura que fue interrumpida por la alcaldesa alegando su excesiva extensión . ( nueve paginas)
Tras esto otro miembro del Grupo Independiente de Valverde fue expulsado y la tercera concejal de este Grupo abandono la sala.

Tras su salida los concejales de los dos grupos políticos presentes, PSOE y PP votaron por unanimidad el acuerdo con la empresa pese a haber firmado en su contra el 70% de la población adulta de Valverde de Mérida.


JUAN EUSEBIO SOLIS PARRA
TL 636467169

28 de enero de 2012

Matemática de la rabia / Juan Carlos Monedero

Y un día de estos vamos a sumar los asesinatos de la gente que muere 15 años antes de lo que les tocaba porque durante su vida no tuvo trabajo fijo ni seguridad social ni vivienda digna; y vamos a sumar los asesinatos de la gente que se quita de en medio por su propia mano porque los bancos les dicen que son económicamente inviables y los servicios sociales se han desmantelado para poder seguir enriqueciendo a los banqueros insaciables; y vamos a sumar las muertes en vida de la gente a las que les han quitado las esperanzas porque no les han dejado estudiar ni hacer planes para su futuro; y vamos a sumar los asesinatos de los niños que no han podido desarrollarse porque no había en casa suficiente comida como para cuidar su sueño y alimentar sus juegos; y vamos a sumar los asesinatos de la gente que ha muerto en trabajos basura, sin seguridad laboral, urgidos por patronos avariciosos o gerentes enloquecidos; y vamos a sumar los asesinatos de las mujeres que han perdido la vida porque el sistema no les dejó otro espacio que ser sumisas, prostitutas o débiles y no encontraron ojos en los que apoyarse cuando se estaban cayendo; y vamos a sumar los asesinatos de la gente que no resistió respirar el aire sucio de nuestras ciudades, beber el agua contaminada de tantos lugares, comer la escasa y podrida comida que les dejaron los mercaderes; y vamos a sumar los asesinatos de gentes caídas por balas, misiles, bombas y gases vendidas por traficantes de armas y proveedores de guerras.
Entonces, con tantas muertes en la conciencia, se nos va a llenar la boca de odio, y los pulmones de tierra y las manos de justicia, y nos vamos a enfadar aún más cuando nos digan que somos nosotros los que estamos sembrando la lucha de clases. Y entonces no van a encontrar bosques tan profundos ni mares tan hondos ni montañas tan altas como para que puedan esconderse y escapar de tanta rabia como nos han hecho acumular y tanta humanidad como nos han robado.

27 de enero de 2012

Un acuerdo repugnante

La CGT considera éticamente repugnante el acuerdo firmado por CCOO, UGT con las patronales CEOE y CEPYME

¡ES UN ROBO Y UNA TRAICIÓN A LAS Y LOS TRABAJADORES !

El 25 de Enero de 2012, hemos conocido el texto completo del “II Acuerdo para el empleo y la negociación colectiva 2012, 2013, 2014” pactado y firmado por la patronal CEOE y CEPYME con los sindicatos institucionales CCOO y UGT. El documento abarca , entre otros, aspectos relativos a la Estructura de la negociación colectiva, Flexibilidad, Empleo, Formación, Teletrabajo, Criterios en materia salarial, Inaplicación negociada en la empresa de determinadas condiciones de trabajo pactadas en los convenios colectivos sectoriales…

El Acuerdo desgrana toda una serie de medidas para garantizar la aplicación generalizada, de manera disciplinaria, de todas las políticas económicas, de austeridad y ajuste fiscal, diseñadas por gobierno de este país y el gobierno realmente existente representado por el Banco Central Europeo y un esperpento de Unión Europa con Alemania a la cabeza : desposesión de rentas salariales durante al menos tres años con pérdidas garantizadas de poder adquisitivo para la población renunciado abiertamente a la subidas salariales en función de la subida del IPC, la disponibilidad empresarial para flexibilizar jornada laboral, modificar las condiciones de trabajo, turnos, sistemas retributivos, flexibilidad en materia salarial vinculando salarios a productividad y beneficios de la empresa, sistemas de promoción, movilidades funcionales y geográficas, reconocimiento del teletrabajo, descolgarse de las condiciones colectivas del convenio, modificarlas y ligar el empleo a que los trabajadores y trabajadoras acepten comportarse como un “coste variable” : aceptar trabajar en cualquier condición, en cualquier tiempo y a precios de mercado.

En definitiva, pérdida de derechos laborales, de apuesta por un modelo de negociación colectiva que se aproxime a la empresa, a la individualización de las relaciones laborales… todo con el objetivo de aumentar la competitividad y los beneficios empresariales. Para la CGT, la primera valoración de este II Acuerdo, es el desprecio que estos sindicatos mantienen por la clase trabajadora (asalariada, desempleada, excluida…) otorgándose la representatividad de todas y todos, degradando a la condición de objetos y mercancía a la totalidad de la población, sin conocer las necesidades de a quienes representan, estableciendo un procedimiento de negociación oscurantista y a espaldas de las y los trabajadores y la sociedad, concluyendo un Acuerdo para firmar el robo a la totalidad de población y a sus posibilidades de lucha.

Con la firma de este Acuerdo, los sindicatos CCOO y UGT han vuelto a traicionar las funciones del sindicalismo y con ello, a la clase trabajadora. Esto no es una novedad ya que así lo vienen haciendo desde los Pactos de la Moncloa, iniciando un modelo de sindicalismo institucional al servicio de la patronal en una cadena continuada de renuncia a los más mínimos principios éticos, sociales, reivindicativos… de defensa de los derechos de las y los trabajadores.

Este Acuerdo sobrepasa cualquier criterio de racionalidad y todas las “líneas rojas” que el sindicalismo debe tener presentes, ya que, con este Acuerdo, las y los trabajadores somos los responsables de la crisis y por tanto tenemos que pagarla, renunciando a parte de nuestro salario, de nuestros convenios, de nuestra capacidad de movilización. Los salarios son culpables de la crisis ; las condiciones de trabajo : jornada, tiempo de trabajo, sistemas de retribución a la vez que el coste de los despidos, son responsables del paro, de la destrucción del tejido productivo…, de la crisis del sistema financiero y la única salida a la crisis es una mayor explotación de las personas hasta recluirlas en la miseria.

Con este tipo de Acuerdos, los mejores gestores del capitalismo son los “sindicatos institucionales” como fuerzas racionalizadoras y disciplinadoras del empobrecimiento generalizado de los seres humanos, material y mentalmente, renunciando a la lucha por el futuro, la solidaridad, la justicia social, la libertad individual y colectiva, el cambio de modelo productivo para la necesaria sostenibilidad medioambiental. Con este Acuerdo hay una sumisión absoluta de los y las trabajadoras al capital. Se olvidan del reparto del trabajo, del reparto de la riqueza, de la subida de impuestos a los ricos, de las gravaciones a las transacciones financieras…, negando cualquier posibilidad de cambio, vendiéndonos sólo resignación, sumisión, miedo, demovilización… Este modelo sindical institucional nos ha replegado a los dictámenes del capital, los políticos, los banqueros.


Para la CGT, como sindicato de clase, consideramos repugnante este Acuerdo y nos vuelve a reafirmar más en la necesidad de dar una respuesta de lucha desde el mundo laboral y desde los movimientos sociales, una respuesta unitaria de toda la sociedad frente a este modelo social basado en la mera explotación, la competividad, el individualismo.

¡A la calle !
¡Arriba los que luchan !
Secretariado Permanente del Comité Confederal de la CGT

26 de enero de 2012

Mañana viernes a las siete de la tarde en el Centro Alcazava de Merida, se presenta el libro, para la reflexion y la lucha, para enfrentarnos a una epoca grosera, que le llaman crisis:"LA HUELGA MAS LARGA".

A las siete de la tarde en el Centro Alcazaba de Merida, se presenta el libro, para la reflexion y la lucha, para enfrentarnos a una epoca grosera, que le llaman crisis:"LA HUELGA MAS LARGA".

"Las esquinas con sus nombres: ni reyes, ni roques, ni santos, ni frailes" Que las agüitas vuelvan a su cauce… A Joaquín Vega le gustaba esa mariana de José Menese. Algunas noches, cuando el cansancio y la alegría se hermanaban, se arrancaba a cantar en la caseta de Horacio o en el bar del Cabezón…
Fragmento de “La huelga más larga”. Capítulo 1
Las esquinas con sus nombres: ni reyes, ni roques, ni santos, ni frailes
Cuándo llegará el momento
que las agüitas vuelvan a su cauce,
las esquinas con sus nombres:
ni reyes ni roques,
ni santos ni frailes

                     Letra de Francisco Moreno Galván, cantada por José Menese  


Que las agüitas vuelvan a su cauce… A Joaquín Vega le gustaba esa mariana de José Menese. Algunas noches, cuando el cansancio y la alegría se hermanaban, se arrancaba a cantar en la caseta de Horacio o en el bar del Cabezón…
Joaquín murió en agosto de 2010. Un ataque al corazón se lo llevó por delante en Tarrasa, donde acabó viviendo con su familia tras rodar por obras y ciudades de Canarias y Cataluña. El paro le fue hundiendo y aislando hasta acabar con él. “El paro mata”, habíamos dicho tantas veces, conocedores de su función revocadora de vida, sabedores de su condición asesina.
En el año 2005 empezamos a rumiar la escritura de un libro sobre la huelga de los yeseros de Badajoz, la huelga más larga. Había ocurrido muchos años antes, en 1988, y aunque los aparatos sindicales y políticos se empeñaban en enterrar o domesticar su simple recuerdo, la memoria de la huelga surgía nítida, con el aura de lo insólito, con la fuerza de lo legendario. Cinco meses de huelga: hasta donde alcanza nuestro conocimiento, la más larga de la historia de Extremadura. Y, sin embargo, ni una palabra en los anuarios o crónicas del periodismo y del sindicalismo oficial: habían borrado cuidadosamente cualquier rastro de la huelga, sepultada como tantos otros acontecimientos “anómalos”, bajo toneladas de información rutinaria y de cargante incienso ofrecido al poder y sus delegados.
La letra sabia de Francisco Moreno Galván vuelve ahora bregando en el recuerdo de Joaquín. Las esquinas con sus nombres: ni reyes, ni roques, ni santos, ni frailes…Toda una filosofía de la historia, aprendida en la calle y en las obras, se resume en esas palabras-relámpago. La Historia como una pertenencia más del poder, grabada a fuego en las esquinas de las calles, montada a caballo en las avenidas y parques, adornando con modernas cartulinas de colores las paredes escolares. Por todos lados, reyes, príncipes e infantas, generales y validos, delincuentes con corbata y notables hombres de cultura, ilustrando y, al mismo tiempo, advirtiendo a los tentados de rebelión, sobre las jerarquías de este mundo.

Este libro es también, como ese cante con el que se dolía Joaquín, un hacha de guerra. Un hacha de guerra contra la historia dominante, contra el olvido, contra el poder. Un libro de historia obrera, de memoria y de lucha.
Carlos Espada, siendo concejal del ayuntamiento de Badajoz, en 1984, propuso que una de las calles de la ciudad se llamara “María Chocho Loco”, en homenaje a María Agudo, una famosa prostituta de la Plaza Alta, argumentando que había iniciado en los secretos de la sexualidad y sofocado los ardores más íntimos a centenares de pacenses. Las gentes de orden se alborotaron ante aquella iniciativa irónica que escarnecía la mentirosa solemnidad contenida en la historia oficial de las grandes batallas y de los hombres insignes. Con sorna, aquel edil aventurero apuntaba a la suplantación sistemática, a la apropiación indebida del patrimonio común por parte de los amos de siempre.
Los triunfadores rotulan el callejero y escriben la historia misma como si  ambos fuesen “una propiedad privada más, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”1. Donde la gente dice plaza nueva o calle cantarranas ellos graban el nombre de santos, conquistadores y hombres de empresa. Arrogantes, expulsan de la Historia la vida cotidiana, las costumbres y el lenguaje de los comunes. Soberbios, ni siquiera advierten que, como recordaba Lucien Febvre,  “la aparición en los hogares de la luz eléctrica fue un acontecimiento histórico mucho más importante que tal congreso diplomático de soluciones efímeras”. Frente a la lógica comunitaria y a la humildad de los de abajo, los vencedores oponen su sueño oligárquico, el de “cristalizar la historia, detener el tiempo y convertir el pasado en perspectiva”2.
“Los hechos hablan por sí solos”, nos dicen continuamente sus cronistas oficiales, los funcionarios de la Historia. Pero, “es falso, por supuesto. Los hechos sólo hablan cuando el historiador apela a ellos: él decide a qué hechos se da paso, y en qué orden y contexto hacerlo”3. Han levantado la noción de objetividad como una empalizada insalvable, como el resguardo de esa historia de parte. “El ideal de objetividad fue la roca sobre la que se edificó la profesión de los historiadores, su continua razón de ser”4, afirman. La fidelidad a la objetividad histórica es la patraña a la que se acogen los vencedores de todas las épocas. La idea de una Historia omnisciente y ecuánime es una ilusión que oculta la narración de clase, la legitimación de los poderes presentes.

Y de la mano de la épica servil llega y se asienta el corporativismo de la casta histórica. “No conozco nada que me cause más náusea que una de esas “poltronas objetivas”, que uno de esos perfumados gozadores de la historia, medio curas medio sátiros (…) No soporto a todas esas chinches coquetas, cuya ambición es insaciable en punto a oler a infinito, hasta que por fin lo infinito acaba por oler a chinches; no soporto los sepulcros blanqueados que parodian la vida; no soporto a los fatigados y acabados que se envuelven en sabiduría y miran “objetivamente”. Chinches coquetas pontificando desde sus poltronas objetivas, intentando borrar las huellas del lugar desde el que miran, del momento en el que están, del partido que toman.

La exactitud de los hechos, el pasado inamovible, la consistencia inapelable de los archivos oficiales, la jerarquía de las fuentes históricas, “los venenos de la rutina erudita y del empirismo disfrazado de sentido común”,  constituyen el entramado ideológico y corporativo dirigido a blindar “el principio regulador de la objetividad”6. Toda una tramoya destinada a enmascarar la genealogía de la intriga, esa rapiña del pasado que conocemos con el nombre de Historia.
De ese modo, frente a la imposible “Calle de María Chocho Loco”, se alza el gigantesco burdel del historicismo, el proxeneta embaucador del “hubo una vez”. “¿Con quien empatiza el historiador historicista?”, se preguntaba Walter Benjamin. “La respuesta resulta inevitable: con el vencedor. Y quienes dominan en cada caso son los herederos de todos aquellos que vencieron alguna vez”7.

Bastaría con ojear el callejero o mirar las estatuas que pueblan Badajoz o Mérida para comprobar las sólidas raíces del dominio. Ni rastro de los esclavos que hicieron el puente romano pero, eso sí, por todos lados las ofrendas a los emperadores Octavio Augusto, Trajano... Ninguna huella de la Germinal Obrera, de los anarquistas  fundadores de las luchas proletarias a principios del novecientos en la ciudad y pueblos de Badajoz; ninguna señal de que fue por estas tierras extremeñas donde se produjo la mayor insurrección jornalera del siglo XX, la ocupación masiva de tierras del 25 de marzo de 1936; por ningún sitio el reconocimiento a los republicanos asesinados en la plaza de Toros de Badajoz durante la espeluznante matanza, aquel infame 14 de agosto, pero, cómo no, todo un parque para honrar a la Legión, el cuerpo militar que ahogó en sangre la esperanza obrera y campesina. Ninguna pista en las calles o estatuas de Mérida  que evoque las huelgas clandestinas de los años 60 y 70 en la Corchera o  Carcesa pero, eso sí, una de las principales avenidas de la población para homenajear a José Fernández López, empresario favorito del régimen franquista y, a la sazón, el dueño de las principales industrias locales.

Entre los emblemas más representativos de doblez histórico podría figurar, sin duda, el monumento a la Guardia Civil en Mérida. Dos números del Cuerpo trasladan, en sus brazos entrelazados, a una abuelita, al modo de la infantil silla de la reina. Conmovedora estampa que, al parecer, trata de enfatizar “la misión humanitaria y protectora” de la Benemérita. Será difícil encontrar en Extremadura alguna anciana que haya sido socorrida o transportada de modo tan tierno por los agentes armados, pero, por el contrario, sería muy sencillo dar con decenas de ancianos receptores de soberanas palizas por coger taramas del campo o aceitunas de rebusco por los suelos… ¿Quién contará la historia de la represión sufrida por los jornaleros y campesinos de Extremadura o Andalucía a cargo de los servidores del Duque de Ahumada? ¿Qué cuentan los historiadores extremeños de ahora? Como diría Alberti respecto de los poetas ensimismados,  “miran y cuando miran, parece que están solos”. Solos o con la única y perenne compañía del Poder y de la Academia.

La historia dominante acaba formando parte del paisaje. Donde ayer se decía Campo del Presidio o Parque de los Patos, ahora se dice, maquinalmente, Parque Castelar. Donde una vez se escribió valientemente Calle Francisco Ferrer i Guardia, hoy se lee Calle Héroes del Gurugú. La restauración del poder, mil veces repetida, se constituye en panorama. Juan Andrade, uno de los historiadores extremeños que no están encerrados en el oscuro subsuelo corporativo, nos advierte de que las ideologías hegemónicas “se diseminan por el entramado de la vida social, naturalizándose como hábito, costumbre o práctica espontánea”8. Nos vamos impregnando del hábito del olvido, de la rutina del sometimiento. Nos van convirtiendo en “borricos de noria”, como decía el cante de Joaquín. Borriquitos ciegos que, a pesar de dar vueltas y más vueltas, no dejan la orilla del río revuelto…

Ante nuestros ojos, el poder fabrica y moldea un pasado idóneo a los dogales del presente. “Aquí, hasta el pasado es impredecible”, decían con sorna los rusos que observaban cómo se recortaba y suprimía de las fotografías de la revolución soviética incluso a Trotski. Pero no sólo en Rusia el pasado era o es impredecible. La manipulación del pasado es una función cotidiana de los poderes; y ello es así, justamente,  por imperativo del presente. El pasado contribuye a cambiar y a ajustar el presente. Por eso, Mar Bloch decía que la historia, como “ciencia de los hombres en el tiempo” tenía la “necesidad de unir el estudio de los muertos con el de los vivos”.

De eso se trata aquí. De “comprender el presente por el pasado”9 o, mejor aún, dicho con las palabras proféticas de W. Benjamin, de “encender en el pasado la chispa de la esperanza”. Del mismo modo que ellos, los que mandan, abrochan su dominio en la ahorma sistemática del pasado, presentando como historia universal lo que no es sino su santoral de clase, nosotros, al redimir del olvido la huelga de los yeseros, hacemos retornar su memoria como voluntad de lucha.

           El hilo de la memoria se ovilla en el corazón

“Todo se hunde en la niebla del olvido/pero cuando la niebla se despeja/el olvido está lleno de memoria”10. Del olvido emerge el gesto nervioso de Antonio Valenzuela, el Oreja, al frente del piquete, poniendo el cuerpo, arriesgando, por los hijos, por los compañeros, por todos los que vinieron a este mundo a trabajar para otros. De la calima surge también Carlos Sánchez, el yesero más veterano, que parece recién escapado de Los Santos Inocentes, una vida breada, como tantas, por señoritos de toda condición, de ciudad y de campo. También, desde el “vago sótano del olvido”, se asoma Paco el Camarón, agigantándose frente a los desahucios del trabajo y del techo. Y aparece Joaquín, por último, resumiendo todo el coraje y toda la esperanza de estos fundadores de huelgas, la dignidad de los perdedores, el elemental orgullo de los que saben distinguir entre estar derrotado y estar en doma.  Este libro quiere ser una piedra de la honda contra el olvido, contra la amnesia programada, contra la férrea neblina que ningunea a los de abajo. 

Estas páginas hablan de la lucha de los yeseros de Badajoz, de su huelga insólita y de su resistencia posterior durante 23 años. Una huelga que empezó el 10 de agosto de 1988 y terminó el 4 de enero de 1989, la huelga más larga de la historia contemporánea de Extremadura. Esta revuelta obrera fue uno de esos acontecimientos que se salen del redil establecido por los poderes, una desviación del curso natural de la obediencia.  Pero la huelga de los yeseros no fue ni es singular sólo por su extraordinaria duración o porque diese por terminado el ciclo de la desmovilización que empezó en el sector de la construcción con la derrota de la huelga del 78. O porque rompiese con la maldición y el tabú de la huelga indefinida. La anomalía de esta lucha tiene que ver, sobre todo, con sus demandas y sus conquistas, con su forma de enfrentarse a la cotidianidad del destajo, con la suspensión parcial de uno de los dogmas capitalistas, el del mercado de trabajo. “A partir de ahora, los empresarios no podréis decidir quién trabaja y quién no trabaja, a quienes elegiréis en la lonja de contratación y quienes serán condenados al ostracismo, al paro o a la emigración. Vuestra regla de oro queda cancelada”.

Como ocurre con otras huelgas y luchas, en este caso no es el número de trabajadores lo que da relieve a la contienda. En Numax, a finales de los 70, apenas 300 trabajadores de una empresa dedicada a la fabricación y venta de ascensores, ubicada en Barcelona, sostenían una huelga iniciada por reivindicaciones salariales y que, tras un largo conflicto, terminaba con la toma y autogestión de la factoría. A lomos de la rebeldía fueron creciendo propósitos tales como la eliminación de categorías, la supresión de la división del trabajo manual e intelectual… La rebelión de los trabajadores de Sintel, ya en la década del 2000, es otro buen ejemplo de esta capacidad para saltar las bardas de la rutina reivindicativa, que desata un colectivo pequeño en número pero capaz de fundir unidad y arrojo. Los trabajadores de esta filial de Telefónica se enfrentaban a la lógica de la catarata, a la trama de precarización y subcontratación del capitalismo globalizado. Y también a la burocracia sindical, convertida en un perro mastín más de los amos.

Numax, Sintel o la lucha de los yeseros de Badajoz, son sólo algunas muestras de que el desafío es posible. Cuando los trabajadores toman conciencia de su fuerza empiezan a saltar los postigos intocables, las verdades inamovibles. Las categorías que blindaban la división entre los trabajadores estallan, el enredo de las subcontratas se obtura, la dictadura del tú sí, tú no, se termina. Cuando se combinan la rebeldía obstinada y la  inteligencia táctica, la voluntad irreductible y la sabiduría militante, entonces, se resquebraja el orden inmutable del capital, el “esto es lo que hay” del poder. Y se pone al descubierto que el capital es parasitario, que es el trabajo vivo la fuente creadora del valor, y que, como repetía una y otra vez Marcelino Camacho, “los trabajadores manuales e intelectuales son los que crean todo lo bello y útil que existe, sin lo cual la sociedad moriría”11. Sí, cada segundo es la pequeña puerta por donde puede colarse el tiempo mesiánico, la promesa de liberación...

Lo decisivo de la huelga y de la lucha de los yeseros no es, por tanto, la pelea por determinado porcentaje de incremento salarial. Ni, con ser importante, son tampoco los cinco meses tenaces lo que convierte a esta resistencia obrera en acontecimiento; es, además, su facultad para desafiar los preceptos del orden instituido, es “la insurrección de la mercancía”, la audacia de despojar a los patronos del control del mercado de trabajo, uno de los  instrumentos donde se origina el dominio y la acumulación del capital. Joaquín lo explicaba con orgullo: “Conseguimos el sueño de muchos viejos trabajadores, controlar las contrataciones; que no venga el patrón a decirme a mí si tengo que trabajar por bueno o por malo. Si no le gusta mi cara, pues que no me mire. Y si no me quiere hablar, que no me hable. Es lo que yo le decía a los compañeros: a nosotros nos da igual trabajar con el Pelón, con Antonio o con Juan, pero siempre garantizando el derecho a trabajar todos”. Los yeseros crearon una isla de autogestión obrera. Por eso, su ejemplo tenía y tiene que ser derrotado.

Pero, al fondo, mientras se escucha esta narración, seguro que alguno de los cachorros de la clase media repara, sabidillo, “sí, vale esto es muy bonito, pero son historias del abuelo cebolleta, del tiempo de Maricastaña”. Historias trasnochadas de una clase que ya no existe, de un mundo ya desaparecido. En el universo de ordenadores, internet y teléfonos móviles, estos relatos de obreros rebeldes suenan a arqueología, a antiguallas ideológicas. “Esta dictadura de los tiempos breves impone el régimen de un presente eterno hecho de instantes efímeros que espejean del prestigio de una novedad ilusoria y sólo están sustituyendo, siempre con más velocidad, lo mismo con lo mismo”12. El presente perpetuo convierte en antediluviano lo que ocurrió hace apenas un cuarto de siglo. Elogio de la incandescencia, alabanza de lo espasmódico, dictadura de lo efímero, son los signos y ritmos de nuestro tiempo. Deprisa, deprisa, nos dicen, y mientras tanto, la novedad apedrea a la originalidad y la actualidad a la memoria. “La actualidad te hace perder la memoria. Nunca sabes lo que pasó ayer. No sabes lo que pasó ayer, no entiendes lo que está pasando hoy”13.

Sin embargo, no pensemos que el juicio descalificador sería privativo de gentes ignorantes o fascinadas por las modernidades. No faltarían eminentes profesores universitarios a la hora de ayudar generosamente en el traslado de la memoria obrera al baúl de la historia: “La clase obrera y el movimiento obrero ya son historia. Una historia de aproximadamente  sesenta o setenta años, entre el final de la segunda década y los años ochenta del siglo XX. Una historia de la formación y transformación de una identidad colectiva que fue la clase”14. De la historia obrera a la historia social y de la historia social a la historia de siempre. Se montaron en el fabuloso globo del historiador inglés Edward P. Thompson y aterrizaron en la fábula del social-liberalismo. Se sirvieron de la crítica al doctrinarismo que hizo Thompson y acabaron recalando en un nuevo doctrinarismo: “el fin de los grandes relatos”, la muerte del sujeto, la disolución de la clase obrera… Pero tras “el fin de los grandes relatos” vino la dictadura del spot publicitario, la tiranía del instante. Y resplandeció la gran narración implícita, el capitalismo naturalizado, ascendido de producto histórico a realidad consustancial a la condición humana.

Se cierra el círculo. Por un lado, la milonga de lo efímero, el no hay historia, el camelo del nada es verdad o mentira-todo depende del cristal con que se mira. Por el otro, la historia aseada del poder. En los televisores y pantallas de internet, el presente perpetuo y la historia líquida. En las aulas escolares y los claustros universitarios,  las efemérides de los vencedores, con los ajustes y barnices “progresistas” que requiera la coyuntura. Marc Bloch lo entrevió allá por los años 30 del siglo XX, cuando aún estaba en mantillas la división académica del trabajo en el tratamiento y  la fragmentación del tiempo histórico: “Encontramos por una parte un puñado de anticuarios ocupados por una dilección macabra en desfajar a los dioses muertos; y por otra a los sociólogos, a los economistas, a los publicistas: los únicos exploradores de lo viviente…”15. La historia necrófila a un lado, los rastreadores de la economía libidinal, al otro. Desde entonces, la distribución estratégica de funciones no ha hecho más que crecer, poniendo en pie nuevas profesiones y corporaciones, garantes del extrañamiento mutuo entre el pasado y el presente. En nuestros días, una inesperada pero sólida alianza entre posmodernismo y nuevo historicismo se convierte en ideología dominante. La experiencia y la espera se borran en beneficio del capitalismo como última y gloriosa estación de la Historia...

Pero volvamos de los circunloquios históricos a nuestros yeseros. Principios de enero de 2011, Oficina de empleo de San Roque, en Badajoz. Arrecia la crisis y un grupo de yeseros desempleados está repartiendo octavillas entre los desocupados que van congregándose, llamando a crear una asamblea de parados. “Ahí tenemos a los monos”, dice un compañero al lado, señalando el furgón. Son las ocho y cuarto de la mañana y la oficina aún no ha abierto sus puertas, pero la lechera de la policía ya vigila al grupo, como si se tratara de una peligrosa banda de delincuentes. “Joder, no podemos hacer nada. En cuanto nos movemos, en las obras o fuera de las obras, la policía nos pisa los talones”. Dicen que la clase obrera ha muerto pero, por si acaso, mandan a algunos de sus centinelas a certificar la defunción, no vaya a ser que al muerto le dé por resucitar. Los yeseros, a estas alturas, han perdido una parte sustancial de lo arrancado en la huelga del 88, y fuera del gremio, también van cayendo una a una las conquistas obreras, el paro ronda las casas humildes y el capital se pavonea encima del cuadrilátero desierto, sin adversario alguno a la vista. Pero al fondo brillan los rescoldos de una candela antigua, una huelga larguísima que pasó ya hace muchos años, pero, aún susurra, en su débil eco, “nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia”…

Walter Benjamin escribió que para explicar históricamente el pasado había que “apoderarse de un recuerdo, tal como éste relumbra en un instante de  peligro”16. Los vencedores no han cesado de vencer. Una pavorosa regresión va abatiendo los derechos del trabajo, como la avanzadilla de una crisis social y ecológica de calado histórico. Los vástagos de las generaciones que hicieron temblar el capitalismo y arrancaron las mejoras elementales, van sufriendo en carne propia las nuevas heridas inolvidables. La joven que salió tarifando del instituto y ahora trabaja en el  McDonalds siente en el cogote el pinganillo y la voz  apremiante de la encargada, el calor asfixiante de la cadena de comida rápida, el ritmo infernal y el salario de risa; el trabajador de hostelería con 20 años de antigüedad en la empresa al que el patrón le propone un apaño bajo cuerda, “tú te vas sin indemnización y yo me comprometo por escrito a contratarte dentro de seis meses”; o los interinos, miembros del precariado global, condenados a buscar por todo el mundo un comprador al que interese arrendar su cualificada fuerza de trabajo, sus esmerados diplomas, sus títulos innumerables. Quizás, aquella huelga intempestiva tiene más actualidad de la que creían el joven de clase media y el historiador de la academia. Un recuerdo que brilla en un instante de peligro. Un susurro apenas audible: “Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra”.

Una crisis histórica que hace caer los escaparates de cartón piedra que ocultaban el saqueo. “No es crisis, es una estafa”, gritan los jóvenes en la calle. El capital pistolero hunde países y vidas para recomponer su tasa de ganancias. Al tiempo, el huevo de la serpiente vuelve a latir, presagiando fascismos y xenofobias de nuevo tipo, con rostros hasta ahora desconocidos. De la fortaleza de aquel movimiento obrero que soñaba con asaltar los cielos, apenas queda hoy la silueta, eso sí, mastodóntica, del sindicalismo oficial, apesebrado en el pacto social permanente. Y los usufructuarios de las instituciones obreras parece que quisieran entregar el pasado de luchas para construir con ellas los nuevos panteones, ahora en forma de fundaciones y archivos históricos. Pero el recuerdo de las resistencias brilla, sacudiéndose el peso de la resignación, del acomodo y del olvido.

Nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia.  Las verdades de poca apariencia van desgranando sus secretos innumerables. Brilla el recuerdo de acontecimientos pequeños, 6 meses de conflicto, 5 meses de huelga, 23 años de pulso sostenido, contra tirios y troyanos. “El verdadero protagonista de la historia es una muchedumbre de secundarios y, detrás o a través de ellos, la multitud anónima e hirviente de sucesos, destinos, movimientos y vicisitudes”17. Muchedumbre de secundarios del extrarradio, de las Ochocientas, del Gurugú, de Suerte de Saavedra, del Cerro de Reyes. Gentes corrientes sembrando luchas que nos sirven ahora para defendernos del individualismo ambiente, del corporativismo paisaje, del consumismo naturaleza.

 “En los andamios, por las rampas de tablones, suben hombres las piedras suspendidas del yugo que les asientan sobre la nuca y los hombros, sea por siempre alabado quien inventó la almohadilla de apoyo, fue sin duda alguien a quién le dolía. Son trabajos ya dichos, fáciles de referenciar por ser de fuerza bruta, pero la causa de su reiteración es evitar que olvidemos lo que, por ser tan común y de tan mínima arte, se suele mirar sin más consideración que aquella con la que distraídamente vemos nuestros propios dedos escribiendo, de modo que queda fácilmente oculto el que hace bajo lo que se hace”.

                   Memorial de Convento, de José Saramago
Los que hacen, ocultos bajo lo que se hace. Los anónimos, los nadie, los que no valen ni la mirada que los ignora. Y de entre los invisibles, la gente de obra. El obrero de la construcción como resumen de la invisibilidad del trabajo manual, como prototipo del mundo turbio,  de la fuerza bruta. Mano de obra. Simple mano. Irrepresentable de otro modo que no sea la sordidez o el costumbrismo. O la lucha por la supervivencia entre las razas del trabajo primario o la bonhomía chaplinesca de Manolo y Benito.

El trabajo manual, dice Zizek, es la pornografía contemporánea, lo prohibido, lo que no se ve o no puede verse en las películas y televisiones de nuestros días. El taller clandestino de los chinos, la obra de turnos interminables que hacen rumanos, marroquís o senegaleses.

Encarnado en los yeseros, este libro quiere ser, también, un homenaje a todos los obreros de la construcción. A sus luchas y a su verdad. Manuel Blanco Chivite enuncia ese sentido de lo que no engaña.

Sombra.
Patata.
Herramienta.
El árbol da sombra.
Me como la patata.
La herramienta no miente.
Sombra
Patata
Herramienta.

La herramienta no miente. La piqueta entreabre el mundo verdadero. La talocha es fiel a su promesa. La llana descubre y luce el ser. La herramienta no miente. El martillo trae su verdad trascendental y en la pastera madura la conciencia de la injusticia. Saber manual, saber de intemperies y madrugones, saber de la resistencia a capataces. Todo un arte de la resistencia que tan pronto levanta catedrales como funda sociedades secretas.

Y entre las verdades atesoradas en el tajo y en la revuelta de los yeseros, la autonomía de clase, la escisión obrera. Sin separarse de los que mandan, no hay solución. A la sombra de los pistoleros sólo hay supervivencia. La vida digna empieza más allá del capital. “Todo indicio de iniciativa autónoma de los grupos subalternos tiene que ser de inestimable valor para el historiador integral”18, apuntaba Gramsci. El plante de los yeseros marca la línea divisoria, evoca, como otras luchas ejemplares, la posibilidad de la emancipación social. En el envés, el laberinto de subcontratas urdido por las patronales es, antes que nada,  un intento de atrapar la permanente vocación de soberanía, la autosuficiencia obrera.

Hay una sabiduría de la subversión construida en millones de pequeñas resistencias e insurrecciones anónimas. “El sujeto del conocimiento histórico es la clase oprimida misma, cuando combate”19. La huelga de los yeseros fue uno de esos frutos que brota de la rebeldía. El cántaro de la competencia se rompió, justamente, allí, en la fuente donde era más impensable que quebrara, en el mecanismo perverso del destajo. Casi siempre, la singularidad del acontecimiento se genera donde menos se espera, fuera de toda inercia monótona.

Mercancía  que se niega a serlo. Mano de obra que se niega a ser reducida a mano. El mundo se aprende y se explica luchando. Del yeso a la construcción, de la construcción, a la clase obrera. De las heridas inocultables a la comprensión del mundo. Este libro habla de viejas palabras arrumbadas, escondidas, temerosas de ser convocadas: lucha de clases.
Memoria de la lucha de clases.  Pero decir memoria es ponerle nombre a las emociones. “El hilo de la memoria, aquel con que cosemos las historias de ayer con las de hoy y las propias con las ajenas, se ovilla en el corazón”20. La memoria, ovillada en el corazón, brotando en los subterráneos del olvido, abriéndose paso entre pretenciosas primicias de periódico, rompiendo el ostracismo de los aparatos. La experiencia de las luchas se encoge, parece que va a desaparecer y luego resurge de las cenizas, se reagrupan sus puntos dispersos de resistencia, plantan cara. Viene la memoria y sopla los rescoldos ateridos. Obreros desgarrando el telón tramposo de los que mandan, días que nos orientaron, luz para romper los cercos de hoy. De eso se habla aquí: de fundir memoria y rebeldía, de encender en las luchas del pasado las chispas que romperán los cercos del presente.

La rabia individual explota

Un 'muerto viviente' reivindica un puesto de trabajo y detienen a otro hombre en Badajoz por protestar ante el abuso de los bancos. ¿Hasta cuándo vamos a seguir aguantando?

El zombi que busca empleo

Con música de Rosendo y Barricada, encerrado en su dormitorio, José Antonio Escobar González ha dado forma a su disfraz de zombi en los últimos diez días. Látex, algodón, papel higiénico y sangre artificial son los ingredientes de su reivindicación: encontrar un puesto de trabajo.
Detrás de la careta se esconde un hombre de 36 años, titulado en FP2 de Electrónica, que está «desesperado» por trabajar. Hace más de 24 meses que perdió su empleo. Durante diez años estuvo trabajando como técnico de ofimática, sabía todo lo necesario para reparar fotocopiadoras y faxes. También ha sido mecánico en el hospital Materno Infantil y tiene conocimientos básicos de electricidad y fontanería. Esto se lo cuenta a todo el mundo que le ve por la calle, porque lleva su curriculum colgado al cuello con su foto incluida.
Ha repartido su 'vida laboral' por toda la ciudad. Ha pasado por todas las naves del polígono industrial El Nevero y se quedó totalmente desalmado el día que incluso algunos empresarios no le cogieron el curriculum con el argumento de que no hay trabajo. «Hay quien dice que hay que tener ganas de trabajar, pero ¿qué hago si ni siquiera me cogen el curriculum?», dice.
Tras perder su empleo, ha tenido que volver a casa de sus padres en la barriada de Santa Marina. Está soltero y no tiene hijos. Su padre está jubilado, su madre es ama de casa. No es el único de los hijos que ha vuelto. Le han abierto las puertas a otro, de 45 años, que ha regresado a la ciudad tras buscar un futuro en Castellón. Tienen, al menos, otro hijo más que reside en Tarragona. José Antonio Escobar ha estado a punto de marcharse, pero su hermano le ha dicho que el mercado laboral tampoco está demasiado bien en Cataluña.
Ha pensando en coger la maleta e irse al extranjero, pero le inquieta perder el dinero que le queda ahorrado si sale del país sin un contrato. Teme también no superar la barrera del idioma. Actualmente percibe 400 euros del Plan Prepara.
«No aguanto más. Me he preparado las oposiciones de camarero-limpiador del SES, pero ha sido una masacre. Después de pasar muchos días estudiando durante 10 horas, hicieron una criba y preguntaron cómo se limpian los cristales en una zona costera cuando se supone que es para trabajar en Extremadura».
Ayer fue el primer día en que salió a la calle disfrazado, pero piensa seguir haciéndolo hasta que encuentre un empleo. «Esto es la desesperación total. Prefiero hacer esto que poner una bomba en un banco o liarla para llamar la atención».
Cuando los pacenses se lo cruzan por la calle, siente que le miran «con respeto y sin cachondeos». Aunque le hacen muchas fotos. «Lo que hago no es un espectáculo», asegura. Es un grito para encontrar trabajo. Pero con ironía. Se ha inspirado en la afamada serie televisiva The Walking Dead ('Los muertos vivientes') para crear su reivindicación: 'The working dead' (El trabajador muerto).

La Policía se lleva esposado a un hombre por amenazar a los trabajadores de un banco

Entró al banco a pedir una reclamación por una comisión que le habían cobrado y terminó esposado en comisaría. Agentes de la Policía Nacional han tenido que presentarse en la oficina de Iber Caja de la avenida de Europa ante los insultos y las amenazas de un cliente a los trabajadores del banco.
El detenido ya era conocido en la oficina porque no era la primera vez que amenazaba a los trabajadores. Ante la negativa del hombre a abandonar la oficina, a los responsables del banco no les quedó más remedio que llamar a la Policía. Al parecer, no tenía intención de marcharse hasta que le abonaran la comisión que le habían cobrado por una operación financiera. Ni tan siquiera cuando vino la policía quiso marcarse, por lo que a los agentes no les quedó más remedio que esposarlo y llevarlo a comisaría. La presencia policial en la calle, donde además de Iber Caja también hay una oficina de Caja de Extremadura y otra de la Cam, alertó a los vecinos y en un primer momento incluso hubo quien pensó que pudiera tratarse de un atraco.

23 de enero de 2012

NO LES DA VERGUENZA ECHAR A LAS FAMILIAS A LA CALLE¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡


La Plataforma de Afectadxs
por la Hipoteca (PAH)
y el Movimiento 15M
están trabajando
contra los deshaucios,
para que no se destroce la
vida de las personas,
y para que los bancos
no sigan abusando
.
El 2 de febrero, jueves, nos visita un miembro
de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca
para hablarnos de su experiencia
Si eres (o puedes ser)
víctima de un deshaucio,
o quieres informarte de esta injusticia
y luchar contra ella
¡VEN!
2 febrero, jueves
20:00 H
CENTRO CÍVICO
DE PARDALERAS
Avda. Antonio Cuéllar
Frente al centro comercial “La Plaza”
> Querid@s compañer@s: el JUEVES 2 DE FEBRERO viene a Badajoz, traido
> por el 15-M, un miembro de la PLATAFORMA DE AFECTADOS POR LA HIPOTECA
> de MADRID que contará su trabajo con la idea de crear aquí algo
> semejante. La charla se hace a las ocho de la tarde en el CENTRO
> CÍVICO DE PARDALERAS. Os adjuntamos el cartel y la octavilla con la
> idea de que le deis la máxima difusión. La verdad es que andamos
> pobres y no hay mucho dinero para imprimir, así que cada cual que haga
> lo que pueda.
> Abrazo colectivo.
> --
> ACAMPADA BADAJOZ
> http://www.acampadabadajoz.wordpress.com/
> En Twitter: @acampadabadajoz
> Facebook: http://www.facebook.com/home.php?sk=group_121227251293390&ref=ts

22 de enero de 2012

Renta Básica en Extremadura. 1ª Etapa

Renta Básica en Extremadura. 1ª Etapa


La Iniciativa Legislativa Popular por la Renta Básica en Extremadura promovida por l@s Compañer@s del Colectivo emeritense “La Trastienda” se pone en marcha en Aldea Moret (Cáceres)
“La Trastienda” ha iniciado una campaña de explicación y debate con organizaciones y asociaciones en las ciudades, previa a la presentación oficial en la Asamblea de Extremadura para ilustrar la propuesta de Renta Básica.
Manolo Cañada y Manuel Pineda (Redes Cristianas)
De este primer Debate surge un compromiso explicito por parte de la Asociación Socio-Cultural “Aldea Moret”, la Asociación de Mujeres de Aldea Moret y miembros de la “Acampada de Cáceres” del 15M de iniciar el “boca a boca” con “mesas informativas y buzoneo” así como de expandir la idea por los Barrios de Cáceres comenzando por invitar a las Asociaciones del “Distrito Sur” (Zona más Precaria de la Ciudad) a una primera reunión al objeto de expandir la idea y conformar “Comisiones de Barrios” por la Renta Básica a fín de recoger las 45.000 firmas necesarias para la aceptación del trámite por parte de la Administración.



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Arístides García

saludinos

http://luchesentrubia.wordpress.com/