30 de enero de 2012

DANIEL CASADO- EN LA PRESENTACION DEL LIBRO "LA HUELGA MAS LARGA"

La huelga más larga
Asamblea de yeseros y escayolistas de Badajoz                  
Manolo Cañada,  Joaquín Vega


 


            Con “La huelga más larga” Manolo Cañada ha querido, en primer lugar, honrar la memoria de Joaquín Vega, fallecido en 2010, y con ella la de todos y cada uno de los que participaron en la revuelta; y lo hace recuperando el aliento incansable del compañero desaparecido, perpetuando su lucha para que el río del olvido no se lleve la memoria de aquel esfuerzo compartido, tras años, décadas ya, de precariedad y represión.

         Hoy Manolo nos entrega en forma de ensayo, esto es, a la luz reposada de la reflexión y con los argumentos bien templados, la crónica exhaustiva, reveladora y emocionante de uno de los procesos de lucha y desacato más extraordinarios vividos en Extremadura: la huelga de los yeseros y escayolistas que, entre 1988 y 1989, consiguió detener por unos meses el turbio cauce de la precariedad laboral en el sector de la construcción.

         Nos encontramos, como iremos viendo, ante el relato cronológico y detallado de un acontecimiento no por extraordinario o infrecuente menos natural; yo diría que plenamente vigente, tal y como estamos viendo y padeciendo tras el estallido de la burbuja inmobiliaria que parece haber volatilizado de golpe ese espejismo llamado “estado del bienestar”.  

 

            Con “La huelga más larga” Manolo Cañada ha querido, en primer lugar, honrar la memoria de Joaquín Vega, fallecido en 2010, y con ella la de todos y cada uno de los que participaron en la revuelta; y lo hace recuperando el aliento incansable del compañero desaparecido, perpetuando su lucha para que el río del olvido no se lleve la memoria de aquel esfuerzo compartido, tras años, décadas ya, de precariedad y represión.

         Hoy Manolo nos entrega en forma de ensayo, esto es, a la luz reposada de la reflexión y con los argumentos bien templados, la crónica exhaustiva, reveladora y emocionante de uno de los procesos de lucha y desacato más extraordinarios vividos en Extremadura: la huelga de los yeseros y escayolistas que, entre 1988 y 1989, consiguió detener por unos meses el turbio cauce de la precariedad laboral en el sector de la construcción.

         Nos encontramos, como iremos viendo, ante el relato cronológico y detallado de un acontecimiento no por extraordinario o infrecuente menos natural; yo diría que plenamente vigente, tal y como estamos viendo y padeciendo tras el estallido de la burbuja inmobiliaria que parece haber volatilizado de golpe ese espejismo llamado “estado del bienestar”.   

         Para extraer las razones del desacato y la movilización obrera, Manolo nos introduce de manera espléndida en la trastienda de la Historia. Para ello, nos hace mirar en torno a las calles, parques y avenidas de nuestras ciudades donde aún reposa, con sus nombres ilustres, la memoria de los vencedores. En cambio, resulta desoladora la invisibilidad de sus verdaderos protagonistas, “una muchedumbre de secundarios y, detrás o a través de ellos, la multitud anónima e hirviente de sucesos, destinos, movimientos y vicisitudes…” que dan lugar a esa Historia homologada en las enciclopedias, tan alejada por tanto de la verdadera intrahistoria de los hechos acontecidos.     

         Entre el espanto y la ternura, el lector que se asome a estas páginas irá desenliando la madeja que conduce de la precariedad a la indignación, del abuso a la toma de consciencia y la respuesta organizada por parte de un sector que quisiéramos reflejo de toda la clase obrera. Pero es indispensable recordar –y Manolo se encarga de ello- las condiciones tan adversas que soporta este sector específico de la construcción -el de los yeseros y los escayolistas- dentro de un marco profesional asentado sobre la base del trabajo a destajo,  la inseguridad laboral, la eventualidad, la subcontratación, irregularidades de toda índole y, por si todo esto fuera poco, regentado por piratas salariales, “mercenarios del metro cuadrado” –en palabras de Manolo- llamados, no por casualidad, pistoleros.

         “Detrás de la fortuna, el crimen”, la frase de Balzac tan repetida a lo largo de toda la narración, arrastrará al lector a los precedentes sociales que desencadenarán la huelga en el verano de 1988: un mapa humano y geográfico que se forja en los barrios obreros de Badajoz (Las Ochocientas, Suerte de Saavedra, Cerro de Reyes, San Roque…) con toda la crudeza de su realidad social de fondo: la droga, el paro, la miseria… los signos de la marginación.    

         Sobre este escenario, se asientan las bases que llevarán a la huelga a más de 300 yeseros de toda la provincia, con el 100% del sector paralizado en la capital pacense. Un pulso que durará 5 meses. Multitud de historias personales, familiares y profesionales que nos permiten realizar un seguimiento pormenorizado de aquellas jornadas de desobediencia y lucha, hombro con hombro, en la calle, en el andamio, en la grúa… Tal es la fuerza de los débiles, en acertada expresión de Pablo Guerrero.

         Por nuestra parte, recuperar la memoria de esa lucha no es ningún ejercicio de nostalgia sino el necesario abastecimiento de verdad intemporal, de experiencia transmitida, de coraje y de esperanza con que afrontar la época que hoy vivimos, desmontado ya el milagro socioeconómico, cuando la fiebre del ladrillo ha devenido en un coma inducido por los mismos que hasta hace unos años se han estado haciendo de oro, mientras la gran burbuja económica ha estallado en el incierto cielo de los derechos sociales.    
        
         Y es que, como bien señala el libro, “el pasado no sólo sigue siendo impredecible” –paradoja que podríamos pensar ya superada- sino que, antes al contrario, está constantemente ligado a nuestro presente, pues el pasado, escurridizo a la verdad de los hechos, se configura siempre de la mano de los vencedores.

         Así, volviendo una y otra vez la mirada hacia atrás como el Angelus novus de Paul Klee que tanto inspiró a Benjamin, Manolo ha elaborado un magnífico análisis que nos hace mirar atrás para tomar consciencia del camino recorrido por otros antes que nosotros y aprender a encarar nuestro presente. El horizonte actual no puede ser, ciertamente, más desolador: contemplamos estupefactos, al igual que el ángel de Klee, la fuerza irreversible del progreso y la desigualdad de derechos; el alto precio de la libertad y la sobreoferta consumista; las mentiras de nuestra época y el coste en vidas tangibles del llamado “estado del bienestar”. Pero todo tiempo encuentra su respuesta. Libros como el que hoy presentamos aportan la munición necesaria para que el lector inteligente extraiga sus propias conclusiones y elija su trinchera. Comprobará que tras la lectura de “La huelga más larga” uno se siente acompañado, empujado por el dolor y la rabia de los otros.   
        
         No en vano, para iluminar las luces y las sombras de aquella extraordinaria vivencia de la que él mismo fue testigo directo, Manolo ha convocado en estas páginas a una nutrida cuadrilla de filósofos, analistas, músicos, cineastas, poetas...  Así, bajo el magisterio de Walter Benjamin, maestro de largo recorrido, autoridad indispensable para entender mejor las argucias y amenazas de nuestra época, se deslizan por estas páginas citas y versos de autores como José Saramago, Rodolfo Walsh, Nieztsche, Rafael Alberti, Mario Benedetti, César Vallejo, Roque Dalton, Antonio Orihuela, Jorge Riechmann, Antonio Gamoneda, Antonio Gramsci, José Emilio Pacheco, Bertold Brecht, Simone Weil, Rafael Chirbes, César Reyes,  Bambino, Porrina de Badajoz, El Cabrero, José Menese… El libro está cuajado de citas y referencias cruzadas, de ángulos imprevistos que arrojan nueva luz con su reflexión, su indignación o su dolor a la asombrosa narración de los hechos que Manolo ha ido urdiendo con amorosa paciencia. 

         No podía ser de otro modo tratándose de alguien que a lo largo de su trayectoria en la política, frente al habitual lenguaje manoseado y huero del debate parlamentario, oponía con lucidez y templanza, en el núcleo mismo del discurso ideológico, citas y versos de poetas y pensadores como los antes citados, fieles testigos del escarnio y la incomprensión, pero también, y sobre todo, compañeros leales en la aventura que supone llegar a pensar por uno mismo.

         Por todo esto y mucho más: gracias, Manolo.

           

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