6 de febrero de 2011

Ya, ni los 426 euros

Con la extinción de esta ayuda, llegó el miedo y la desinformación. En Mérida, el colectivo La Trastienda está mostrando públicamente su protesta. Son los últimos de los 426 euros. A tres semanas de que se deje de conceder la ayuda a desempleados de larga duración hay miedo y desinformación. Ni siquiera el anuncio del Gobierno de que va a reconvertirla en una prestación de 350 euros para quienes continúen su formación ha conseguido tranquilizar.

La prestación de 426 euros, que creó el Gobierno de Zapatero en 2009, se ha convertido para 900.000 familias con parados de larga duración en el único ingreso del hogar. Con el anuncio, en diciembre pasado, de la extinción de esta ayuda, llegó el miedo y la desinformación. Ahora el Ejecutivo ha adelantado que va a reconvertirla en 350 euros mensuales para aquellos desempleados que hagan cursos de formación. Pero esta medida no ha aliviado a quienes están a punto de perder el único dinero que entra en sus casas.

Cuatro afectados por el recorte cuentan su caso y la falta de esperanza en encontrar un trabajo. También hablan de las iniciativas a las que se han adscrito para organizarse y que la voz de los desempleados sean escuchadas por políticos y sindicatos.

En Mérida, el colectivo La Trastienda está mostrando públicamente su protesta. “Queremos luchar por la protección plena a todas las personas desempleadas, pero también por la renta básica, declaran los miembros de esta asociación en su manifiesto.

Paco Donaire forma parte del colectivo y es uno de los que van a verse afectados por el fin de la ayuda.  Se declara padre soltero, con una hija pequeña que mantiene exclusivamente, con la prestación que ahora desaparecerá. Con su último empleo recogiendo basura durante la temporada de verano, no consiguió acumular el mínimo de cotización necesaria para cobrar el desempleo. Sólo tenía 180 días, dice. Así que los 426 euros fueron un clavo ardiendo al que agarrarse. En los seis años que hace que volvió a su Extremadura natal, no ha encontrado un empleo estable, solo cosas esporádicas con las que no ha llegado a estar activo en total ni cuatro años. Tras el fin de la prestación, Paco solo ve desesperación: “¿Qué me queda? Salir a pedir o hacer una huelga de hambre".

Publicado por la revista Interviú.

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