Publicado en Diario Hoy (Celestino Vinagre)
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) acaba de corroborar con datos lo que se intuye sin el respaldo de la estadística. Hay muchos jóvenes, demasiados, que se hallan en una especie de limbo personal que les puede conducir hacia la frustración. No estudian y tampoco trabajan. Tienen entre 15 y 29 años y viven, generalmente, con sus familias en espera de que la tormenta económica escampe. En España, en esa situación se encuentran el 23,7% de los chicos, pero en Extremadura hay otra estadística llamativa. Según la Fundación Jaume Bofill, un centro de referencia en este tipo de estudios, el 20% de los jóvenes extremeños entre 16 y 24 años (una horquilla más corta) no estudia ni trabaja. Con números en la mano viene a significar que unos 20.000 jóvenes extremeños están desempleados y no están recibiendo formación académica. El dato se complementa con los de la Encuesta de población activa (EPA), a la que más 30.000 jóvenes menores de 24 años de la región dijeron que estaban parados. Pero la EPA cuenta como desempleados a los que están haciendo cursos de formación.
En esta sociedad de titulares y simplificaciones se ha hecho popular llamarles la generación 'ni-ni' (ni estudian-ni trabajan), aunque la denominación tiene más de peyorativo que de informativo. Se quiere identificar a todos los jóvenes que están en esa situación como representantes de una generación de holgazanes.
«No es un problema de querer. Es un problema básicamente de poder. Si no trabajan es porque no puede hacerlo. En cierta manera se sienten estafados por la sociedad. Y no estudian porque han concluido su etapa», enfatiza Enrique Hernández, cacereño de 23 años, abogado ahora en excedencia porque preside el Consejo de la Juventud de Extremadura (CJEx).
Su impresión parece real. La crisis ha desvirtuado más ese matiz casi despectivo con el que se presenta la expresión 'ni-ni' porque decenas de jóvenes con estudios no encuentran salida laboral y han pasado a engrosar esa voluminosa bolsa del paro juvenil, especialmente en nuestra comunidad autónoma.
María, emeritense de 29 años, se ha centrado en prepararse para ser médico. Lo ha hecho en el campus pacense de la Universidad de Extremadura, pero ahora está en paro. Sus sentimientos actuales se entremezclan. Está muy inquieta por su situación personal y la evidencia de que cada vez se contrata a menos médicos. «La bolsa de trabajo apenas se mueve y cada vez es más normal tener que salir fuera para trabajar», pero, a la vez, se agarra al hilo de esperanza que supone una entrevista de trabajo que tiene fijada para la próxima semana. «Espero que sea positiva. Necesito trabajar. Para eso me he volcado durante doce años», concreta.
«Es realmente frustrante. Sobre todo si tienes dos hijos y tu marido cuenta con un contrato temporal que se acaba en enero», añade la también emeritense María Luis Jiménez, licenciada en Filología inglesa que ya ha superado la barrera de los 30 años. Desde 2007 hasta ahora había trabajado como interina de la Junta, a lo que sumaba otra amplia experiencia en academias de inglés.
En 2010 aprobó la oposición pero no obtuvo plaza, «pero seguí trabajando porque no faltaba. Ahora ya no. Ha sido un mazazo enorme. Es una pesadilla total. Los recortes están desmantelando la educación pública», afirma con enfado.
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