Francisco
González, presidente del BBVA, calcula que la banca española necesitará
alrededor de 60.000 millones de euros para sanear sus cuentas. Ésa u
otra cantidad parecida será dinero público que prestarán las
instituciones europeas y, a la postre, se sacará de las costillas y la
sangre de miles de ciudadanos pobres de nuestro país que nada tuvieron
que ver con la especulación inmobiliaria y financiera.
Simultáneamente,
el señor Francisco González considera que, para salir de la crisis,
resultará imprescindible el descenso significativo de nuestra renta per
cápita. Lo que significa, en un país en el que más de la mitad de los
trabajadores ganan menos de mil euros al mes y un cuarto de los niños
sufren desnutrición, que seremos mucho más pobres, más personas se
suicidarán desesperadas y, tal vez, miles de niños empezarán a perecer
de hambre o por enfermedades por las que sólo creíamos que se moría en
la Edad Media. Es decir, el señor Francisco González, presidente del
segundo banco más importante de España, cree necesario que más niños
mueran de hambre y más gente desesperada se quite la vida para que
ellos, los banqueros que nos llevaron a la ruina, cobren alrededor de
60.000 millones de euros de dinero público para salvarse de su propia
incompetencia.
Eso
es lo que dijo, ni más ni menos, con ese semblante sobrio que se gasta
el señor González de científico que explicase detalles menores de la
teoría de la relatividad.
Ustedes,
los responsables de los medios de comunicación, lo han contado como si
tal cosa, y hoy nadie se escandalizará ni a nadie le parecerá que quien
afirma cosa semejante en un país al borde del abismo como el nuestro
sólo puede ser un monstruo.
Ésta es la realidad. Da asco.
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