Vamos a robar el dinero a los trabajadores
para dárselo a los bancos. Esa es la frase que no publican los medios de
comunicación. Gran Wyoming
A este artículo completo y al anterior, "El capitalismo exterminador: los ocho puntos que propone la Comisión Europea", de nuestro compañero José Iglesias, se puede acceder a través de este enlace:
Señalábamos en otro artículo [1] las condiciones que impone la Comisión Europea
(CE) para la rendición total y el sometimiento incondicional del
Estado español al capitalismo planetario. Once puntos que sólo contienen
coacciones imperativas. Fuentes comunitarias dejan bien claro
que “las ayudas que se acaban de conceder [100.000 millones de euros]
están estrechamente vinculadas al cumplimiento del pacto fiscal, diga lo
que diga el Gobierno. O Madrid cumple, o el dinero podría dejar de
llegar”.[2] Además, el sistema cuenta con fuertes instituciones que actúan presionando a los gobiernos de los países gitanos: [3] en las últimas semanas ha cobrado fama el triunvirato fiscalizador [4]
formado por el Banco Central Europeo, el Mecanismo Europeo de
Estabilidad y el FMI para asegurarse que tales ‘recomendaciones’ se
cumplan sin más retrasos, y de acuerdo con los objetivos que mencionamos
abajo. Y al acoso que está ejerciendo la troika, se han sumado
personajes como F. Hollande, A. Merkel, M. Monti, B. Obama, etc.[5]
Pero tampoco hay que leer mucho entre líneas para comprender como el
capitalismo sale beneficiado de estas turbulencias, aunque a veces no
las provoque directamente. En este caso, el mecanismo no parece tan
difícil de entender:
§ Primero, las empresas
multinacionales exportadores han prestado a las importadoras españolas a
crédito, crédito facilitado por la gran banca de esos países. Los
agentes económicos que se endeudan son los bancos, las empresas y las
familias. Es una deuda que contrae el sector privado pero que la CE obliga al Estado a responsabilizarse de la misma, de forma que la deuda privada se convierte en deuda pública.
§ Segundo, una vez que la CE
consigue que el Estado reconozca la deuda exterior como propia, actúa
en nombre de los gobiernos de los países prestamistas imponiendo las
condiciones y presionando con plazos para que se pague la misma. Las
condiciones consisten en pagar los intereses, frecuentemente leoninos, y que en el caso español puede alcanzar el 7%, o más, [6] más las cantidades prestadas.
Los estados prestamistas saben que el aparato productivo español es
ineficiente para responder a tales compromisos financieros, tanto al
volumen del préstamo como al de los intereses, con lo que pueden
presionar y forzar al gobierno español a privatizar aquellos sectores objeto de avaricia de estos prestamistas,
como la educación, la sanidad y las pensiones públicas, así como a
realizar recortes en el gasto social de otros servicios públicos
relacionados con el bienestar de la población.
§ Tercero. Hay reformas ineludibles
que exigen intransigentemente las empresas de la economia real en el
mercado de trabajo. Necesitan imponer libremente a los trabajadores las
condiciones laborales que suelen aplicar en áreas llamadas de zona
franca. Ninguna regulación de entrada en la contratación de mano de obra (temporalidad total, eliminación del salario mínimo); ninguna regulación durante el tiempo de trabajo (jornada ilimitada, libre flexibilidad/movilidad, bajos salarios, sin antigüedad, sin aportaciones a la SS,
sin representatividad sindical ni derecho de huelga, condiciones de
trabajo y ambientales decididas por la empresa, etc.); y sin ninguna regulación de salida (despido libre y gratuito).
Por tanto, detrás de todas estas reuniones de los gobiernos centradas
en el déficit presupuestario y la deuda pública se esconden las reforma
planteadas. Aparte de lo comentado en el citado artículo, es fácil
constatar lo que decimos de las declaraciones de políticos y burócratas
afines en los días posteriores:
§ 1) Hasta hace unos dias, M. Rajoy y L. de Guindos
se resistieron y rechazaban rotundamente la ayuda que les ofrecía
Bruselas. Sin embargo, el Gobierno español no tiene otra salida que
seguir asumiendo la deuda del sector privado, lo cual libera a los
capitalistas de este país a responder de la misma al convertirla en
deuda pública. Así mismo, consumado este aval por el Gobierno, este
fuertemente endeudamiento del Estado lo somete de tal manera que no le
queda ni el menor resquicio para negarse a realizar las reformas
exigidas por estas instituciones, que son el verdadero objetivo de la
invasión capitalista. Por tanto, es fácil entender que cuanto más
endeudado esté el Gobierno más cogido lo tienen por los cataplines, es decir, más obligado está a realizar los recortes en el gasto social y las privatizaciones que le impone la CE.[7] Con la suma concedida como deuda, 100.000 millones de euros por ahora,[8]
la troica reconoce al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria
(FROB) esta cantidad, pero el dinero pasa a pagar a los acreedores
extranjeros: cobran los bancos internacionales por los préstamos concedidos a bancos de este país (Santander, BBVA, La Caixa, etc.); y cobran las empresas multinacionales
por la venta a crédito de mercancías y servicios a empresas
importadoras españolas.
Aunque no lo dicen, la ayuda o rescate, que
importa el término, es para pagar a estas entidades extranjeras. Porque,
si como descartan los expertos, “los 100.000 millones de euros del plan
de rescate de la banca española [no irán] a parar al crédito a las
empresas y familias”,[9] ¿a que se dedicarán entonces? Pensamos que, con esta ayuda coercitiva, la CE
mata dos pájaros de un tiro a favor del capitalismo planetario: somete
al Gobierno español a pagar a las entidades extranjeras y a realizar las
privatizaciones y reformas exigidas en el documento: reforma fiscal,
con aumento de los impuestos indirectos; control de los presupuestos
públicos (que no haya déficits), [10] especialmente
del gasto social; la reforma financiera (finalizar el proceso de
privatización de las cajas de ahorro); y la reforma laboral y
privatización del sistema público de pensiones. Es decir, son tan
escandalosamente exigidos como moneda de cambio de la ayuda financiera
por parte de la CE
que un político de la derecha nacionalista ha tenido que decir: “es
evidente que este rescate tiene consecuencias. ¿Por qué motivo tendrían
que dejar dinero a las instituciones españolas si no es a cambio de
algo?”.[11]
§ 2) Entre estas directrices y dirigentes no aparece ninguna preocupación por dinamizar el sector productivo.
Mientras hay dinero para el sistema financiero apenas queda un euro
para el sistema productivo. Se salvan bancos y cajas pero no hospitales
ni escuelas. Se congelan o reducen los salarios y pensiones, o se exigen
copago en medicamentos y servicios de dependencia familiar, de ayuda en
los centros de día y de noche,[12]
pero nadie se atreve a limitar las desorbitadas remuneraciones anuales
de los directivos de estas empresas. Los precios del gas, electricidad y
otras mercancías indispensables para el bienestar diario están
subiendo, con lo que el poder adquisitivo continúa degradándose.
§ 3) Sin embargo, la reforma laboral
exigida ya es un hecho. Acaba de ser aprobada con los votos de PP, CiU,
UPN y Foro Asturias; viene a dar “un paso más en la flexibilización del
mercado de trabajo: establece el despido más rápido y barato (20 días
por año trabajo), devalúa la negociación colectiva en la medida en que
da más poder al empresario para cambiar las condiciones de trabajo y
salariales y regula el despido y los expedientes de regulación de empleo
(ERE) en las administraciones públicas”.[13]
Todas estas medidas implican que el paro no descenderá, sino que irá en
aumento, a pesar de que los costes laborales no paran de caer, de que
la mano de obra es cada vez más barata para las empresas. Pronto
alcanzaremos los 6,5 millones de personas trabajadoras en paro, de las
cuales tendremos, cuando se recupere la economía, alrededor de 6 millones de paradas crónicas. Como amenaza la cancillera alemana, “no habrá ninguna prestación sin contraprestación, sin los ajustes y reformas”[14] que se han acordado.
§ 4) Lo que debe quedarnos claro es que el Eurogrupo [15] es el nuevo gobierno de los países que se integran en la zona del euro. En el anterior artículo señalábamos como el FMI y la CE
están presionando al gobierno español para que acelere las reformas y
cumplir con la meta de déficit. Haciendo eco de esta presión, Rajoy acaba de advertirnos que aprovechemos ‘la alegría de la roja’, pues se dispone a pisar el acelerador de las reformas y prepara nuevas medidas económicas difíciles. Sabe que el Eurogrupo
le está reclamando “recortar el coste de los funcionarios, congelar las
pensiones, rebajar al coste de las prestaciones por desempleo, cerrar
las televisiones públicas y, seguramente, aplicar una subida del IVA”.[16]
Y esto, para el ‘primer ministro español’, es lo que va a misa; sabe
que si no obedece le nombran un sucesor, como en Grecia e Italia.
En resumen. El capitalismo no está en crisis, sino que es su modelo
de acumulación el que padece algunas turbulencias, alteraciones que
aprovecha para limpiar la transtienda de advenedizos y, en esta ocasión,
debilitar el poder de resistencia y eliminar los indicadores de
bienestar conseguidos por la lucha histórica de la clase trabajadora. En
la contradicción Capital-Trabajo, el capitalismo está y sigue en su esplendor,
ahora ya incluso proletarizando, empobreciendo a sus clases medias. Los
parados, en una gran mayoría procedentes de la clase media, pero
también buena parte de las personas jubiladas, incapacitadas para la
protesta, esconden sus vergüenzas amparándose en la limosna que proveen
ONGs asistenciales como Cruz Roja, Cáritas, los bancos de alimentos,
campañas televisivas, etc. La clase media, repetimos, como colchón
ideológico del capitalismo, ni tiene una cultura de clase, ni menos una
cultura de la resistencia contra el capitalismo. Lo que hará que, buena
parte de sus componentes vayan asumiendo la miseria que el capitalismo
maltusiano les tiene reservada. Tampoco parece que el universo de
izquierdas, esencialmente habitado por partidos, sindicatos,
cooperativas y demás expresiones afines se proponga algo más
transformador que la vuelta al capitalismo humanitario y verde. Habrá
que esperar a ver por donde se desarrollan los acontecimientos. Pero lo
que nos debe quedar claro es que el capitalismo no está en crisis sino
en una fase de búsqueda en la que intensificar su poder sobre las clases
trabajadoras y populares, así como un nuevo orden de gobierno mundial
en el que las ganancias se repartan entre menos propietarios de bancos y
empresas. Por ahora, mientras no lo paremos, el capitalismo sigue
rescatando sus instituciones emblemáticas y hundiendo en la miseria a
las poblaciones.[17]
José Iglesias Fernández
Barcelona, 5 julio del 2012
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