8 de julio de 2012

Las crisis como gran negocio del capitalismo (José Iglesias)

Vamos a robar el dinero a los trabajadores para dárselo a los bancos. Esa es la frase que no publican los medios de comunicación. Gran Wyoming

                   
                       

A este artículo completo y al anterior, "El capitalismo exterminador: los ocho puntos que propone la Comisión Europea", de nuestro compañero José Iglesias, se puede acceder a través de este enlace:


Señalábamos en otro artículo [1] las condiciones que impone la Comisión Europea (CE) para la  rendición total y el sometimiento incondicional del Estado español al capitalismo planetario. Once puntos que sólo contienen coacciones imperativas. Fuentes comunitarias dejan bien claro que “las ayudas que se acaban de conceder [100.000 millones de euros] están estrechamente vinculadas al cumplimiento del pacto fiscal, diga lo que diga el Gobierno. O Madrid cumple, o el dinero podría dejar de llegar”.[2] Además, el sistema cuenta con fuertes instituciones que actúan presionando a los gobiernos de los países gitanos: [3] en las últimas semanas ha cobrado fama el triunvirato fiscalizador [4] formado por el  Banco Central Europeo, el Mecanismo Europeo de Estabilidad y el FMI para asegurarse que tales ‘recomendaciones’ se cumplan sin más retrasos, y de acuerdo con los objetivos que mencionamos abajo. Y al acoso que está ejerciendo la troika, se han sumado  personajes como F. Hollande, A. Merkel, M. Monti, B. Obama, etc.[5]

 Pero tampoco hay que leer mucho entre líneas para comprender como el capitalismo sale beneficiado de estas turbulencias, aunque a veces no las provoque directamente. En este caso, el mecanismo no parece tan difícil de entender:
§         Primero, las empresas multinacionales exportadores han prestado a las importadoras españolas a crédito, crédito facilitado por la gran banca de esos países. Los agentes económicos que se endeudan son los bancos, las empresas y las familias. Es una deuda que contrae el sector privado pero que la CE obliga al Estado a responsabilizarse de la misma, de forma que la deuda privada se convierte en deuda pública.
§         Segundo, una vez que la CE consigue que el Estado reconozca la deuda exterior como propia, actúa en nombre de los gobiernos de los países prestamistas imponiendo las condiciones y presionando con plazos para que se pague la misma. Las condiciones consisten en pagar los intereses, frecuentemente leoninos, y que en el caso español puede alcanzar el 7%, o más, [6] más las cantidades prestadas. Los estados prestamistas saben que el aparato productivo español es ineficiente para responder a tales compromisos financieros, tanto al volumen del préstamo como al de los intereses, con lo que pueden presionar y forzar al gobierno español a privatizar aquellos sectores objeto de avaricia de estos prestamistas, como la educación, la sanidad y las pensiones públicas, así como a realizar recortes en el gasto social de otros servicios públicos relacionados con el bienestar de la población.
§         Tercero. Hay reformas ineludibles que exigen intransigentemente las empresas de la economia real en el mercado de trabajo. Necesitan imponer libremente a los trabajadores las condiciones laborales que suelen aplicar en áreas llamadas de zona franca. Ninguna regulación de entrada en la contratación de mano de obra (temporalidad total, eliminación del salario mínimo); ninguna regulación durante el tiempo de trabajo (jornada ilimitada, libre flexibilidad/movilidad, bajos salarios, sin antigüedad, sin aportaciones a la SS, sin representatividad sindical ni derecho de huelga, condiciones de trabajo y ambientales decididas por la empresa, etc.); y sin ninguna regulación de salida (despido libre y gratuito).

                                       

Por tanto, detrás de todas estas reuniones de los gobiernos centradas en el déficit presupuestario y la deuda pública se esconden las reforma planteadas. Aparte de lo comentado en el citado artículo, es fácil constatar lo que decimos de las declaraciones de políticos y burócratas afines en los días posteriores:

§         1) Hasta hace unos dias, M. Rajoy y L. de Guindos se resistieron y rechazaban rotundamente la ayuda que les ofrecía Bruselas. Sin embargo, el Gobierno español no tiene otra salida que seguir asumiendo la deuda del sector privado, lo cual libera a los capitalistas de este país a responder de la misma al convertirla en deuda pública. Así mismo, consumado este aval por el Gobierno, este fuertemente endeudamiento del Estado lo somete de tal manera que no le queda ni el menor resquicio para negarse a realizar las reformas exigidas por estas instituciones, que son el verdadero objetivo de la invasión capitalista. Por tanto, es fácil entender que cuanto más endeudado esté el Gobierno más cogido lo tienen por los cataplines, es decir, más obligado está a realizar los recortes en el gasto social y las privatizaciones que le impone la CE.[7] Con la suma concedida como deuda, 100.000 millones de euros por ahora,[8] la troica reconoce al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) esta cantidad, pero el dinero pasa a pagar a los acreedores extranjeros: cobran los bancos internacionales por los préstamos concedidos a bancos de este país (Santander, BBVA, La Caixa, etc.); y cobran las empresas multinacionales por la venta a crédito de mercancías y servicios a empresas importadoras españolas. 

Aunque no lo dicen, la ayuda o rescate, que importa el término, es para pagar a estas entidades extranjeras. Porque, si como descartan los expertos, “los 100.000 millones de euros del plan de rescate de la banca española [no irán] a parar al crédito a las empresas y familias”,[9] ¿a que se dedicarán entonces? Pensamos que, con esta ayuda coercitiva, la CE mata dos pájaros de un tiro a favor del capitalismo planetario: somete al Gobierno español a pagar a las entidades extranjeras y a realizar las privatizaciones y reformas exigidas en el documento: reforma fiscal, con aumento de los impuestos indirectos; control de los presupuestos públicos (que no haya déficits), [10] especialmente del gasto social; la reforma financiera (finalizar el proceso de privatización de las cajas de ahorro); y la reforma laboral y privatización del sistema público de pensiones. Es decir, son tan escandalosamente exigidos como moneda de cambio de la ayuda financiera por parte de la CE que un político de la derecha nacionalista ha tenido que decir: “es evidente que este rescate tiene consecuencias. ¿Por qué motivo tendrían que dejar dinero a las instituciones españolas si no es a cambio de algo?”.[11]

§         2) Entre estas directrices y dirigentes no aparece ninguna preocupación por dinamizar el sector productivo. Mientras hay dinero para el sistema financiero apenas queda un euro para el sistema productivo. Se salvan bancos y cajas pero no hospitales ni escuelas. Se congelan o reducen los salarios y pensiones, o se exigen copago en medicamentos y servicios de dependencia familiar, de ayuda en los centros de día y de noche,[12] pero nadie se atreve a limitar las desorbitadas remuneraciones anuales de los directivos de estas empresas. Los precios del gas, electricidad y otras mercancías indispensables para el bienestar diario están subiendo, con lo que el poder adquisitivo continúa degradándose.

                           
§         3) Sin embargo, la reforma laboral exigida ya es un hecho. Acaba de ser aprobada con los votos de PP, CiU, UPN y Foro Asturias; viene a dar “un paso más en la flexibilización del mercado de trabajo: establece el despido más rápido y barato (20 días por año trabajo), devalúa la negociación colectiva en la medida en que da más poder al empresario para cambiar las condiciones de trabajo y salariales y regula el despido y los expedientes de regulación de empleo (ERE) en las administraciones públicas”.[13] Todas estas medidas implican que el paro no descenderá, sino que irá en aumento, a pesar de que los costes laborales no paran de caer, de que la mano de obra es cada vez más barata para las empresas. Pronto alcanzaremos los 6,5 millones de personas trabajadoras en paro, de las cuales tendremos, cuando se recupere la economía, alrededor de 6 millones de paradas crónicas. Como amenaza la cancillera alemana, “no habrá ninguna prestación sin contraprestación, sin los ajustes y reformas”[14] que se han acordado.

§         4) Lo que debe quedarnos claro es que el Eurogrupo [15] es el nuevo gobierno de los países que se integran en la zona del euro. En el anterior artículo señalábamos como el FMI y la CE están presionando al gobierno español para que acelere las reformas y cumplir con la meta de déficit. Haciendo eco de esta presión, Rajoy acaba de advertirnos que aprovechemos ‘la alegría de la roja’, pues se dispone a pisar el acelerador de las reformas y prepara nuevas medidas económicas difíciles. Sabe que el Eurogrupo le está reclamando “recortar el coste de los funcionarios, congelar las pensiones, rebajar al coste de las prestaciones por desempleo, cerrar las televisiones públicas y, seguramente, aplicar una subida del IVA”.[16] Y esto, para el ‘primer ministro español’, es lo que va a misa; sabe que si no obedece le nombran un sucesor, como en Grecia e Italia.

En resumen. El capitalismo no está en crisis, sino que es su modelo de acumulación el que padece algunas turbulencias, alteraciones que aprovecha para limpiar la transtienda de advenedizos y, en esta ocasión, debilitar el poder de resistencia y eliminar los indicadores de bienestar conseguidos por la lucha histórica de la clase trabajadora. En la contradicción Capital-Trabajo, el capitalismo está y sigue en su esplendor, ahora ya incluso proletarizando, empobreciendo a sus clases medias. Los parados, en una gran mayoría procedentes de la clase media, pero también buena parte de las personas jubiladas, incapacitadas para la protesta, esconden sus vergüenzas amparándose en la limosna que proveen ONGs asistenciales como Cruz Roja, Cáritas, los bancos de alimentos, campañas televisivas, etc. La clase media, repetimos, como colchón ideológico del capitalismo, ni tiene una cultura de clase, ni menos una cultura de la resistencia contra el capitalismo. Lo que hará que, buena parte de sus componentes vayan asumiendo la miseria que el capitalismo maltusiano les tiene reservada. Tampoco parece que el universo de izquierdas, esencialmente habitado por partidos, sindicatos, cooperativas y demás expresiones afines se proponga algo más transformador que la vuelta al capitalismo humanitario y verde. Habrá que esperar a ver por donde se desarrollan los acontecimientos. Pero lo que nos debe quedar claro es que el capitalismo no está en crisis sino en una fase de búsqueda en la que intensificar su poder sobre las clases trabajadoras y populares, así como un nuevo orden de gobierno mundial en el que las ganancias se repartan entre menos propietarios de bancos y empresas. Por ahora, mientras no lo paremos, el capitalismo sigue rescatando sus instituciones emblemáticas y hundiendo en la miseria a las poblaciones.[17]
José Iglesias Fernández
Barcelona, 5 julio del 2012

                                  

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