Víctor Chamorro es uno de
los galardonados con la Medalla de Extremadura en 2012. Aunque no compartimos la parafernalia de las medallas, que forman parte de la liturgia del poder, nos alegramos de que, en este caso, se haga justicia reconociendo el enorme trabajo literario e histórico de Víctor Chamorro, al que consideramos un compañero de lucha. Víctor es una de las personas que más ha hecho por poner voz a la Otra Extremadura, la de los jornaleros y trabajadores, la de los republicanos machacados por el fascismo, la de los ilustrados perseguidos por el oscurantismo, la de los herejes y las heréticas de todas las épocas por estas tierras extremeñas.
Enhorabuena, Víctor. Salud y República
Reproducimos la entrevista realizada en mayo de este año en La República Cultural Víctor Chamorro: “Extremadura ha tenido tantos agravios que ha podido empapelar el Universo" |
Víctor Chamorro es un escritor
atípico, a contracorriente. Escribe meticulosa y obsesivamente afincado en su
pueblo, Hervás, en la provincia de Cáceres, alejado del tumulto capitalino.
Alejado también de un circuito editorial de mercado en el que no se reconoce,
de ahí su peregrinar de editorial en editorial y de concurso en concurso para
ver sus obras editadas. Alejado de la historia insulsa y de final feliz
con la que nos acribilla la industria cultural nos presenta un discurso
memorioso e historiado en unos días en los que hacer alarde de memoria y buscar
justicia parece ser contraproducente, gravoso y por el que se paga. Alejado de
tanto, pero cercano a mucho más: al labriego, al yuntero, al bracero, al
campesino, al oprimido. Al final de su última novela, Pasión extremeña
en 13 actos(Planteamiento Editorial, 2009), un campesino retrata la nueva
Extremadura, la postfranquista: "Todos tienen ya despensa y escuela, pero
nadie les cuenta de la hambruna que han venido. Los jóvenes quieren la ciudad y
tampoco preguntan ya a sus abuelos". Pretende esta entrevista ser también
una entrevista a contracorriente: larga, versada y reposada. De ahí que respete
la historia, las leyendas, las barbaries, las afrentas y baldones y hasta las
comas o tartamudeos que una conversación con Víctor Chamorro puede ofrecer.
Pues su testimonio es, sobre todo, historia de Extremadura, pero también, y
también sobre todo, historia de España.
Leyendo Pasión
extremeña en 13 actos, un homenaje a una tierra ahogada y vilipendiada y a
una sociedad rural que ha sufrido históricamente el escarnio y el sometimiento,
lo primero que me vino a la mente fue el hecho de que Delibes, el gran cronista
y retratista de Castilla, en "Los santos inocentes" se alejase de su
tierra y ubiquese la acción en Extremadura para narrar esa historia de
servilismo y caciquismo.
Una de las cosas que más le han
avergonzado a Castilla, Extremadura y Andalucía es el hambre, el subdesarrollo,
recordar de dónde se ha venido. La gente que más hambre padeció, que más
paludismo padeció y que más penurias padeció, son los que más se han
avergonzado de sus antecedentes, y que los han incorporado como complejo de
inferioridad histórico y regional. Lo que menos quiere un emigrante es que se
le hable del hambre que se vivió en Extremadura y de las ocupaciones de tierra
que se intentaron para remediar la situación económica. No, eso fingen que no
ha pasado, que ellos se fueron, por el motivo que fuese, pero no porque eran
fugitivos del hambre y de la enfermedad.
Entonces Delibes, como era
consciente de lo que ha sido el sentimiento de los pueblos oprimidos y
subdesarrollados, un sentimiento de vergüenza, puso la acción en Extremadura,
que está más lejos. Pero el mismo conflicto de "Los santos inocentes"
es transplantable a Andalucía o a Castilla.
Pero, pese a ser extrapolable
a cualquiera de esas comunidades, ¿el hecho de que lo sitúe en Extremadura es
sintomático de que esta tierra ha sufrido más?
Sí, es que Extremadura lo ha
pasado peor que nadie. Nuestro signo de identidad, nuestro hecho diferencial
que dicen los vascos y los catalanes y que son totalmente exclusivos, es que en
Extremadura no tuvo una etapa de minifundios, no se supo que era el minifundio.
En Galicia, Castilla, Andalucía… hubo minifundio, al lado de los inmensos
latifundios, hubo minifundio, una pequeña clase media labradora. En Extremadura
no.
Cuando en el s. XIII los reyes
reparten las tierras que le van arrebatando al moro crean una pequeña clase
campesina, pero en Extremadura la mayor parte de la tierra que se le arrebató
al moro fueron de los maestres de las órdenes militares, que no las repartieron
porque una vez que se quedaron con toda la Extremadura profunda dedicaron la
tierra a hierbas, es decir, en beneficio de los ganados de la Mesta. Hubo una
coincidencia de intereses entre los dueños de las inmensas dehesas y los dueños
de los inmensos rebaños, entonces unos ponían la tierra y las hierbas y otros
llevaban las ovejas, por lo que en toda la Extremadura profunda no se supo lo
que era el minifundio.
Nuestro hecho diferencial es que
en Extremadura se nació castigado a no trabajar. ¡Eso es terrible! Castigado a
un ocio perpetuo y sin futuro. Cuando la masa de la población parada ya estaba
a punto de reventar la caldera, se produce una emigración a Indias en el s.
XVI; en el XIX hubo otra enorme emigración a Argentina, a los países más
alejados de las barbaridades de los países que fueron conquistados por los
extremeños. Luego hubo otra emigración que colocó fuera de Extremadura tanta
población como la que quedó aquí, la de los años 70. Es decir, que otra
característica es que en Extremadura se nace o para el ocio o para la
emigración.
Y otra característica es que fue
la zona del mundo occidental, contando Europa y África, más castigada por el
paludismo, de tal manera que en el mundo campesino todos o bien nacieron ya
palúdicos o bien cogieron el paludismo y murieron palúdicos, porque esta gente
no tenía acceso a la quinina. Era gente que nacía palúdica, trabaja palúdica y
moría palúdica.
Y otra característica de nuestro
hecho diferencial es el encajonamiento, porque por ejemplo Galicia
o Andalucía tenían salida al mar, Extremadura no: al norte las Hurdes, al
sur Sierra Morena bandolera, al este la Siberia manchega y al oeste la Raya de
Portugal.
En Pasión extremeña en
13 actos das voz al labriego, al bracero, al yuntero… y reproduces sus
modos de hablar. ¿Es un intento por recuperar el castúo?
El castúo no existe. Lo que se
entiende por castúo es un castellanoleonés mal hablado. El castúo es una
fabricación de un poeta bastante fascistón, Luís Chamizo, un poeta que tomó
partido por las clases fuertes. Lo que sí existe en Extremadura son las “falas”
particulares, una mezcla de gallego, de castellano asturleonés y de portugués.
Era una lengua rayana, de la Raya de Portugal, el portulano lo llamaban, con el
que se entendían los portugueses con los extremeños.
La gente habla de recuperar el
castúo, pero es que no hay nada que recuperar. Aquí no había castúo, pero sí
hubo “falas”, y aquí, además, se ha conservado el castellano más auténtico de
Iberoamérica, el de Cervantes, que a través del romance, del adagio, de la
conseja, del refrán, se ha conservado en la Extremadura profunda por estar
alejadísima de las zonas industriales, que es donde se pervirtió el lenguaje
campesino. No tuvo ese contagio, aquí no hubo revolución industrial, no hubo
Renacimiento, no hubo Luces… El castellano primitivo se conservó
perfectamente y todavía se puede escuchar en alguna solana o alguna taberna por
gente de 85 ó 90 años un castellano conceptista, que tiene muchos sustantivos,
muchos verbos, muy poca adjetivación, muy poco adverbio. Un castellano
sustancial; al pan, pan, y al vino, vino. Un castellano que todavía
conserva unas palabras maravillosas que ya se han perdido.
En alguna entrevista te he
oído decir que cada vez hablamos con menos palabras. ¿A qué puede deberse?
Si hablásemos conceptistamente
sería estupendo, pero las pocas palabras que usamos ya para hablar son
chatarra. Los medios de comunicación lo que están haciendo es destrozar el
lenguaje, y quitarle a la palabra su valor. Hoy oyes a un tío de Fuerza Nueva emplear
la palabra libertad, y también oyes emplear la palabra libertad a un tío que es
anarquista, los dos emplean la palabra libertad y cada uno le da su contenido.
Son palabras que han sido tan operadas, que tienen tanta cosmética encima, que
son la chatarra del lenguaje.
En todas tus intervenciones
públicas que he podido leer o escuchar, abundas en "el ser y el
pensar" de Parménides, en la noción de que ser y pensar es lo mismo, de
que somos palabras.
Sí, porque hay que decírselo a
los jóvenes.
Quizá de ahí la relevancia que
le das a la lectura. Una lectura históricamente instrumentalizada, primero
negándola y luego adoctrinando con ella.
La única cultura que recibió el
pueblo en Extremadura a lo largo de los siglos, y que se mantiene, es la
cultura religiosa elementalísima, la Biblia para párvulos. Toda la historia de
Extremadura es la historia entre dos discursos, el discurso hasta la II
República de bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la
tierra después de muertos, las dehesas celestiales; y el discurso
opuesto, el de los maestros de la II República y de las casas del pueblo de
bienaventurados los que seáis bravos y queráis ocupar, aunque sea
violentamente, un trozo de tierra que os fue expropiada y que no sea de arriba
sino de abajo, y arable, y pisable. Son los dos discursos, el Catecismo del
padre Ripalda y del padre Astete, y el discurso que propicia las ocupaciones de
tierra, el discurso marxista: la tierra para el que la trabaja; la
tierra de nadie los frutos de todos; a desalambrar, a desamblar; y
a ocupar. (...)
Hay varias constantes a lo
largo de tu obra, pero quizás la más importante, la más recurrida y ahondada
sea la tierra. ¿Es la tierra, el problema de la tierra, lo más significativo de
Extremadura?
Es que hasta la revolución
industrial, esta España fue esclava de un sector, el sector primario. Pero en
Extremadura fue doble esclava, porque como no hubo revolución industrial, hubo
sector primario eternamente. Y ese sector primario no se bifurcó en agricultura
y ganadería. Un hecho diferencial de Extremadura es que la tierra se dedicó a
las ovejas de toda España y luego, al faltar una clase media de labradores,
Extremadura se vio privada durante siglos de esa clase que tira y que hace de
unión entre la clase los grandes terratenientes y la clase de los pequeños
minifundistas. Lo único que hubo como vestigio industrial fueron los gremios
medievales, que permanecieron en Extremadura hasta anteayer, pero un gremio
regido por las mismas recetas medievales que cuando el gremio apareció:
aprendices, oficiales y maestros, luego un santo patrón, y a competir.
Al ganado se le trataba mejor
que a las personas. ¿Pudo provocar esto cierto desarraigo?
Desarraigo desde el momento en
que el extremeño nace sin tierra, sin posibilidad de acceder a ningún tipo de
minifundio. Porque, por ejemplo, el problema gallego es la orgía del
minifundio, pero al menos tienen minifundio. Pero aquí no lo hubo, y en los
valles donde lo hubo los propietarios recibían una sentencia de muerte, porque
los pequeños huertecillos se prolongaban paralelos a las riberas de los ríos,
que eran los ríos más palúdicos del mundo. Los partes de muerte por paludismo
en las zonas donde hubo minifundio eran partes de guerra. A Extremadura la
llamaban Cuba la chica y la manigua. Ese es otro hecho
diferencial extremeño, porque en otros sitios donde también hubo paludismo no
se exacerbó tanto ya que el pequeño labrador, o comerciante, o artesano, tuvo
acceso a la quinina. Aquí era imposible, la gente no tenía para comer o para
calzar. Recuerda el poema de Alberti "Los niños de Extremadura",
quién les quitó los zapatos, las escuelas, los vestidos, los juegos… y la
quinina, se le olvidó decir y la quinina.
Dices que ese es otro hecho
diferencial. Todos los hechos diferenciales extremeños parecen ser agravios.
Sí, agravios. Agravios
comparativos.
¿Lo que define a Extremadura
son esos agravios que ha sufrido?
Sí, y nuestro hecho diferencial
es también que hemos tenido tantos agravios que hemos podido empapelar el
universo con el agravio, y sin embargo el extremeño nunca lo ha esgrimido
frente a otras nacionalidades que basan su hecho diferencial en agravios
históricos, en la pérdida de fueros, de privilegios que tuvieron con los
Borbones. El primero que habla de genocidio en Extremadura fue Felipe Trigo,
habla de genocidio y de gueto. Fue un genocidio estratégico que duró siglos.
Nosotros podríamos haber exhibido la lista de agravios para conseguir mejoras del
poder central. En cambio, el extremeño lo ha aceptado con mansedumbre y como
un fatum inevitable.
La entrevista completa se puede leer aquí: http://www.larepublicacultural.es/article2832.html
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