17 de agosto de 2012

Víctor Chamorro: la Otra Extremadura

Víctor Chamorro es uno de los galardonados con la Medalla de Extremadura en 2012. Aunque no compartimos la parafernalia de las medallas, que forman parte de la liturgia del poder, nos alegramos de que, en este caso, se haga justicia reconociendo el enorme trabajo literario e histórico de Víctor Chamorro, al que consideramos un compañero de lucha. Víctor es una de las personas que más ha hecho por poner voz a la Otra Extremadura, la de los jornaleros y trabajadores, la de los republicanos machacados por el fascismo, la de los ilustrados perseguidos por el oscurantismo, la de los herejes y las heréticas de todas las épocas por estas tierras extremeñas. 

Enhorabuena, Víctor. Salud y República

                            
        
Reproducimos la entrevista realizada en mayo de este año en La República Cultural

Víctor Chamorro: “Extremadura ha tenido tantos agravios que ha podido empapelar el Universo"

Víctor Chamorro es un escritor atípico, a contracorriente. Escribe meticulosa y obsesivamente afincado en su pueblo, Hervás, en la provincia de Cáceres, alejado del tumulto capitalino. Alejado también de un circuito editorial de mercado en el que no se reconoce, de ahí su peregrinar de editorial en editorial y de concurso en concurso para ver sus obras editadas. Alejado de la historia insulsa y de final feliz con la que nos acribilla la industria cultural nos presenta un discurso memorioso e historiado en unos días en los que hacer alarde de memoria y buscar justicia parece ser contraproducente, gravoso y por el que se paga. Alejado de tanto, pero cercano a mucho más: al labriego, al yuntero, al bracero, al campesino, al oprimido. Al final de su última novela, Pasión extremeña en 13 actos(Planteamiento Editorial, 2009), un campesino retrata la nueva Extremadura, la postfranquista: "Todos tienen ya despensa y escuela, pero nadie les cuenta de la hambruna que han venido. Los jóvenes quieren la ciudad y tampoco preguntan ya a sus abuelos". Pretende esta entrevista ser también una entrevista a contracorriente: larga, versada y reposada. De ahí que respete la historia, las leyendas, las barbaries, las afrentas y baldones y hasta las comas o tartamudeos que una conversación con Víctor Chamorro puede ofrecer. Pues su testimonio es, sobre todo, historia de Extremadura, pero también, y también sobre todo, historia de España.

Leyendo Pasión extremeña en 13 actos, un homenaje a una tierra ahogada y vilipendiada y a una sociedad rural que ha sufrido históricamente el escarnio y el sometimiento, lo primero que me vino a la mente fue el hecho de que Delibes, el gran cronista y retratista de Castilla, en "Los santos inocentes" se alejase de su tierra y ubiquese la acción en Extremadura para narrar esa historia de servilismo y caciquismo.

Una de las cosas que más le han avergonzado a Castilla, Extremadura y Andalucía es el hambre, el subdesarrollo, recordar de dónde se ha venido. La gente que más hambre padeció, que más paludismo padeció y que más penurias padeció, son los que más se han avergonzado de sus antecedentes, y que los han incorporado como complejo de inferioridad histórico y regional. Lo que menos quiere un emigrante es que se le hable del hambre que se vivió en Extremadura y de las ocupaciones de tierra que se intentaron para remediar la situación económica. No, eso fingen que no ha pasado, que ellos se fueron, por el motivo que fuese, pero no porque eran fugitivos del hambre y de la enfermedad.
Entonces Delibes, como era consciente de lo que ha sido el sentimiento de los pueblos oprimidos y subdesarrollados, un sentimiento de vergüenza, puso la acción en Extremadura, que está más lejos. Pero el mismo conflicto de "Los santos inocentes" es transplantable a Andalucía o a Castilla.

Pero, pese a ser extrapolable a cualquiera de esas comunidades, ¿el hecho de que lo sitúe en Extremadura es sintomático de que esta tierra ha sufrido más?

Sí, es que Extremadura lo ha pasado peor que nadie. Nuestro signo de identidad, nuestro hecho diferencial que dicen los vascos y los catalanes y que son totalmente exclusivos, es que en Extremadura no tuvo una etapa de minifundios, no se supo que era el minifundio. En Galicia, Castilla, Andalucía… hubo minifundio, al lado de los inmensos latifundios, hubo minifundio, una pequeña clase media labradora. En Extremadura no.
Cuando en el s. XIII los reyes reparten las tierras que le van arrebatando al moro crean una pequeña clase campesina, pero en Extremadura la mayor parte de la tierra que se le arrebató al moro fueron de los maestres de las órdenes militares, que no las repartieron porque una vez que se quedaron con toda la Extremadura profunda dedicaron la tierra a hierbas, es decir, en beneficio de los ganados de la Mesta. Hubo una coincidencia de intereses entre los dueños de las inmensas dehesas y los dueños de los inmensos rebaños, entonces unos ponían la tierra y las hierbas y otros llevaban las ovejas, por lo que en toda la Extremadura profunda no se supo lo que era el minifundio.

Nuestro hecho diferencial es que en Extremadura se nació castigado a no trabajar. ¡Eso es terrible! Castigado a un ocio perpetuo y sin futuro. Cuando la masa de la población parada ya estaba a punto de reventar la caldera, se produce una emigración a Indias en el s. XVI; en el XIX hubo otra enorme emigración a Argentina, a los países más alejados de las barbaridades de los países que fueron conquistados por los extremeños. Luego hubo otra emigración que colocó fuera de Extremadura tanta población como la que quedó aquí, la de los años 70. Es decir, que otra característica es que en Extremadura se nace o para el ocio o para la emigración.

Y otra característica es que fue la zona del mundo occidental, contando Europa y África, más castigada por el paludismo, de tal manera que en el mundo campesino todos o bien nacieron ya palúdicos o bien cogieron el paludismo y murieron palúdicos, porque esta gente no tenía acceso a la quinina. Era gente que nacía palúdica, trabaja palúdica y moría palúdica.
Y otra característica de nuestro hecho diferencial es el encajonamiento, porque por ejemplo Galicia o Andalucía tenían salida al mar, Extremadura no: al norte las Hurdes, al sur Sierra Morena bandolera, al este la Siberia manchega y al oeste la Raya de Portugal.

                              

En Pasión extremeña en 13 actos das voz al labriego, al bracero, al yuntero… y reproduces sus modos de hablar. ¿Es un intento por recuperar el castúo?

El castúo no existe. Lo que se entiende por castúo es un castellanoleonés mal hablado. El castúo es una fabricación de un poeta bastante fascistón, Luís Chamizo, un poeta que tomó partido por las clases fuertes. Lo que sí existe en Extremadura son las “falas” particulares, una mezcla de gallego, de castellano asturleonés y de portugués. Era una lengua rayana, de la Raya de Portugal, el portulano lo llamaban, con el que se entendían los portugueses con los extremeños.

La gente habla de recuperar el castúo, pero es que no hay nada que recuperar. Aquí no había castúo, pero sí hubo “falas”, y aquí, además, se ha conservado el castellano más auténtico de Iberoamérica, el de Cervantes, que a través del romance, del adagio, de la conseja, del refrán, se ha conservado en la Extremadura profunda por estar alejadísima de las zonas industriales, que es donde se pervirtió el lenguaje campesino. No tuvo ese contagio, aquí no hubo revolución industrial, no hubo Renacimiento, no hubo Luces… El castellano primitivo se conservó perfectamente y todavía se puede escuchar en alguna solana o alguna taberna por gente de 85 ó 90 años un castellano conceptista, que tiene muchos sustantivos, muchos verbos, muy poca adjetivación, muy poco adverbio. Un castellano sustancial; al pan, pan, y al vino, vino. Un castellano que todavía conserva unas palabras maravillosas que ya se han perdido.

En alguna entrevista te he oído decir que cada vez hablamos con menos palabras. ¿A qué puede deberse?

Si hablásemos conceptistamente sería estupendo, pero las pocas palabras que usamos ya para hablar son chatarra. Los medios de comunicación lo que están haciendo es destrozar el lenguaje, y quitarle a la palabra su valor. Hoy oyes a un tío de Fuerza Nueva emplear la palabra libertad, y también oyes emplear la palabra libertad a un tío que es anarquista, los dos emplean la palabra libertad y cada uno le da su contenido. Son palabras que han sido tan operadas, que tienen tanta cosmética encima, que son la chatarra del lenguaje.

En todas tus intervenciones públicas que he podido leer o escuchar, abundas en "el ser y el pensar" de Parménides, en la noción de que ser y pensar es lo mismo, de que somos palabras.
Sí, porque hay que decírselo a los jóvenes.

Quizá de ahí la relevancia que le das a la lectura. Una lectura históricamente instrumentalizada, primero negándola y luego adoctrinando con ella.

La única cultura que recibió el pueblo en Extremadura a lo largo de los siglos, y que se mantiene, es la cultura religiosa elementalísima, la Biblia para párvulos. Toda la historia de Extremadura es la historia entre dos discursos, el discurso hasta la II República de bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra después de muertos, las dehesas celestiales; y el discurso opuesto, el de los maestros de la II República y de las casas del pueblo de bienaventurados los que seáis bravos y queráis ocupar, aunque sea violentamente, un trozo de tierra que os fue expropiada y que no sea de arriba sino de abajo, y arable, y pisable. Son los dos discursos, el Catecismo del padre Ripalda y del padre Astete, y el discurso que propicia las ocupaciones de tierra, el discurso marxista: la tierra para el que la trabaja; la tierra de nadie los frutos de todos; a desalambrar, a desamblar; y a ocupar. (...)

Hay varias constantes a lo largo de tu obra, pero quizás la más importante, la más recurrida y ahondada sea la tierra. ¿Es la tierra, el problema de la tierra, lo más significativo de Extremadura?
Es que hasta la revolución industrial, esta España fue esclava de un sector, el sector primario. Pero en Extremadura fue doble esclava, porque como no hubo revolución industrial, hubo sector primario eternamente. Y ese sector primario no se bifurcó en agricultura y ganadería. Un hecho diferencial de Extremadura es que la tierra se dedicó a las ovejas de toda España y luego, al faltar una clase media de labradores, Extremadura se vio privada durante siglos de esa clase que tira y que hace de unión entre la clase los grandes terratenientes y la clase de los pequeños minifundistas. Lo único que hubo como vestigio industrial fueron los gremios medievales, que permanecieron en Extremadura hasta anteayer, pero un gremio regido por las mismas recetas medievales que cuando el gremio apareció: aprendices, oficiales y maestros, luego un santo patrón, y a competir.

Al ganado se le trataba mejor que a las personas. ¿Pudo provocar esto cierto desarraigo?
Desarraigo desde el momento en que el extremeño nace sin tierra, sin posibilidad de acceder a ningún tipo de minifundio. Porque, por ejemplo, el problema gallego es la orgía del minifundio, pero al menos tienen minifundio. Pero aquí no lo hubo, y en los valles donde lo hubo los propietarios recibían una sentencia de muerte, porque los pequeños huertecillos se prolongaban paralelos a las riberas de los ríos, que eran los ríos más palúdicos del mundo. Los partes de muerte por paludismo en las zonas donde hubo minifundio eran partes de guerra. A Extremadura la llamaban Cuba la chica y la manigua. Ese es otro hecho diferencial extremeño, porque en otros sitios donde también hubo paludismo no se exacerbó tanto ya que el pequeño labrador, o comerciante, o artesano, tuvo acceso a la quinina. Aquí era imposible, la gente no tenía para comer o para calzar. Recuerda el poema de Alberti "Los niños de Extremadura", quién les quitó los zapatos, las escuelas, los vestidos, los juegos… y la quinina, se le olvidó decir y la quinina.
Dices que ese es otro hecho diferencial. Todos los hechos diferenciales extremeños parecen ser agravios.
Sí, agravios. Agravios comparativos.

¿Lo que define a Extremadura son esos agravios que ha sufrido?
Sí, y nuestro hecho diferencial es también que hemos tenido tantos agravios que hemos podido empapelar el universo con el agravio, y sin embargo el extremeño nunca lo ha esgrimido frente a otras nacionalidades que basan su hecho diferencial en agravios históricos, en la pérdida de fueros, de privilegios que tuvieron con los Borbones. El primero que habla de genocidio en Extremadura fue Felipe Trigo, habla de genocidio y de gueto. Fue un genocidio estratégico que duró siglos. Nosotros podríamos haber exhibido la lista de agravios para conseguir mejoras del poder central. En cambio, el extremeño lo ha aceptado con mansedumbre y como un fatum inevitable.
La entrevista completa se puede leer aquí: http://www.larepublicacultural.es/article2832.html

                             

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